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martes, 16 de diciembre de 2008

LOS APARENTES LÍMITES DE LA CODICIA


En la tertulia de la Cope el señor Pedro J. Ramírez proclamaba hoy su asombro ante las sonadas hazañas del broker judeoamericano Bernard L. Madoff, preguntándose "cómo una entidad bancaria con la solera y seriedad del BBV -dónde el director de El Mundo confiesa guardar sus caudales- se haya pillado los dedos en su estafa?"
En este magma financiero y económico del planeta globalizado caben varios timos por el estilo.
Madoff operó hasta ayer con entera libertad y el respaldo de grandes fortunas, conectadas sin duda alguna con altos funcionarios del tesoro estadounidense y varios congresistas. Sin semejante complicidad nadie en solitario puede defraudar más de 50.000 millones de dólares.
En la entraña del descalabro norteamericano y sus bonos e hipotecas basura han mediado los mismos factores de sucias y extensísimas tramas. Pero lo que en verdad decidió que en España, el BBV, o el Santander y Cajamadrid -entre otras entidades- se hayan "pillado los dedos" (adagio que afecta su prestigio, no las ganancias utilizando el dinero de clientes VIP a los que no resarcirá la fallida inversión) es, a más del visto bueno otorgado por las redes políticas y económicas conectadas al gran timador, la codicia.
Y la maldita codicia, gentlemen, no tiene límites.
Una diáfana constatación del adagio es el misterioso destino de los miles de millones de euros que el Gobierno de ZP entregó sin control alguno a los bancos para que la liquidez inyectada a las entidades revirtiera en créditos a pymes y familias españolas en dificultades.
Nuestras honorables entidades procedieron entonces a compensar la elevada morosidad en sus cuentas vertiendo el río de oro público en los caudales sin soltar un duro, pese a los 14.000 millones de beneficio que embolsaron el presente año.
El timo del mascarón de proa Madoff y sus cómplices comportó una rocambolesca redistribución del dinero, practicada entre peces gordos. ¿Dónde fueron a parar los 50.000 millones de la charada?
That is the question.
El que puso la cara no pudo gastárselos. Si las investigaciones que se llevan a cabo no prosperan, o Madoff -en singular libertad bajo fianza pese a la magnitud histórica del delito- aparece colgado (un suponer) en el puente de Brooklyn, será difícil destapar la olla podrida.
La de "nuestros" bancos (es un decir) no pinta mejor. El dinero público que administra cualquier gobierno no le pertenece. La justificación del gasto debe ser fiscalizada por los ciudadanos, apelando a sus representantes, o si cabe sus jueces.
En vez de sorprenderse ante la virtual concupiscencia de entidades autóctonas para con el delito económico, el señor Ramírez, director de una importante cabecera, debiera emplear su tiempo en sostener principios.
Sin estricto control de la comunidad, los Madoff y sucedáneos proseguirán hundiendo, desde USA o dónde sea, esta civilización con la complicidad de ladrones, puestos por más de un gobierno a cuidar la salud de las gallinas...

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