¿Qué se creen estos señores? Nos hemos liberado de la Inquisición hace siglos. Con ayuda de la Iglesia, la dictadura franquista instaló otra durante cuarenta años. Hoy España es un Estado aconfesional, dónde aún se brindan a la institución ciertas prebendas. Sus responsables máximos propician desde tiempo atrás en su emisora, una infame campaña contra políticos y hombres de Estado. La carga de caballería folclórica y mundundista, respaldada en líneas generales por la actual dirección del Partido Popular, continúa erre qué erre con manifiestas bendiciónes.
Ninguna ocasión será más propicia para cancelar toda subvención oficial. Cualquier religión -entre ellas la Católica- goza de las libertades que la Constitución garantiza apliamente.
Será entonces menester que los adeptos a tal o cual credo financien sus instituciones.
En la guerra pre electoral desarrollada por Hillary Clinton y Barak Obama en el seno del Partido Demócrata, se juega la próxima presidencia de los EEUU.
Lo que interesa de uno u otro es -más allá de sus recetas vernáculas- lo qué harán con un poder que pesa tanto en la marcha del mundo.
Creo que el conservadorismo estructural de los norteamericanos se decantará por la ex Primera Dama. En cualquier caso, que un cargo tan decisivo se dirima entre una mujer y un ciudadano de color, ya es algo extraordinario y francamente rompedor.
Bien Oriol Pujol en 59 Segundos. Mostró madera de líder, concisión y honestidad. El talante moderado tampoco faltó a la cita. Ser hijo de un grande comporta ventajas e inconvenientes. Pero Oriol se lo toma con calma, y además, al no faltarle el sentido del humor y una buena gestualidad, supo brindar color a sus respuestas.
Su defensa de los pasados pactos con el PP, aduciendo que "todos hemos cambiado, y ellos en especial" despejó las más serias amenazas del panel. De otras salió muy bien librado. Los minuteros (Vidal Folch el más brillante) lo confirmaron una vez finalizado el acoso
Creo que con Mas y Durán conforman una delantera peligrosa con grandes chances de gol catalán, de cara a las elecciones de marzo y el futuro de la Generalitat.
Se dice que la detención de los dos presuntos etarras evitó nuevos atentados. Pero el más grave ya fue cometido y lo perpetró el Gobierno español. Las heridas de los detenidos (uno de ellos grave) no tienen justificación alguna. Fueron interrogados y probablemente torturados. La insólita demora de quince horas en internar a Igor Portu lo sugiere palmariamente. El precio por el tormento -penado por la Ley- será muy superior en materia de repercusión social, a la ejecución de sus planes.
En el País Vasco las primeras reacciones no se han hecho esperar. Las de Miren Azkárate e Ibarretxe son las oficiales. Habrá otras, y éstas alentarán la perpetuación del terrorismo como respuesta "a un Estado represor".
No podemos tolerar un nuevo GAL oficializado por las fuerzas de seguridad. Sin duda la Guardia Civil, la Policía y los cuerpos de seguridad arden de furia por los asesinados en Capbretón. Se entiende. Pero en realidad esas dos víctimas, cómo las anteriores, nos pertenecen a todos los demócratas.
Esgrimiendo lo que a todas luces es mala imitación de un cuento de Calleja, el ministro de Justicia, el de Interior y el PSOE vuelven a mirarse en el espejo del pasado. La ausencia total de autocrítica por ese episodio ominoso lo autoriza
Al que ayer en Público dedicó un encolumnado horizontal a criticar al Rey por su visita a las tropas españolas en Afganistán, preguntándose por qué no frecuenta a trabajadoras de Metro y otros sudorosos proletarios, le retribuyo el aserto, recordándole que Perón, Chávez, Castro y otros tipejos de la especie populista, han edificado su poder en loor de multitudes.
Yo vii a Perón y su primer esposa hacerlo casi a diario entre 1948 y 1951. Vivía allí.
Esa realidad ocultaba otras menos campechanas. Está en mis libros. Sin embargo este columnista de tres al cuarto (a quién hace tres años envié mi primer y explícito tomo de Perón sin que se diese por enterado) se queda con las postales de colores. Ensaya nuevas versiones de los cuentos de Frank Capra o los de Andersen, sin el talento de ambos y cada uno.
La demagogia, en cualquier formato movería a risa si no ocultase tan malamente el contrabando ideológico del conformismo. Pues si algo agradecerían los proletarios que cita con descaro este tío, no es la palmada en la espalda del Rey o algún famoso, sino un sueldo que les permitiese vivir con mayor dignidad.
Hizo bien el Jefe del Estado (y de los cuerpos armados de la Nación) en acudir a un escenario que deparó víctimas a nuestro Cuerpo de Paz. Equipararlas con los que perecen por accidentes laborales entre nosotros es una boutade. No por las víctimas civiles; que sin duda lamentamos. En cada caso la justicia debe pronunciarse, y creo que lo hace. El de los soldados es diferente. Ahí opera el terror talibán; que el columnista debiera odiar tanto cómo los odiamos Juan Carlos I y nosotros, sus compatriotas.
El argumento esgrimido en Público, es el de los falsos rebeldes que a cualquier costo buscan el aplauso fácil. Y ya he dicho que éso es, ni más ni menos, el señor Javier Ortiz.
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