Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 20 de enero de 2008

EL PROLEGÓMENO

Es el que atraviesa Alberto Ruíz Gallardón en este Via Crucis de incógnita final.

Lo han ninguneado aquellos que se afiliaron a AP después de él. Entre ellos, figuran José María Aznar, Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre (o la Ira de Dios).
Se le tacha de ambicioso, desestimando la clara evidencia que señala en la ambición de cualquier político la nebulosa fusión entre los ideales y la gloria; o la gloria con el provecho.

Creo que las contenidas lágrimas de Alberto ante el maltrato de sus encumbrados conmilitones no son escénicas. La excitación del lagrimal provenía de una sincera emoción. Admiraba a su padre y abrazó la política fusionando ese culto con el de la tolerancia social y la buena gestión que los votos le encomendaran de ahí en adelante.
Hasta ahora cumplió el propósito.

Tal es la génesis de un político democrático, responsable de sus pasiones y afanes.

Ayer, en La Noria lo ensalzó Jorge Vestrynge; un testigo extraordinariamente fiel, curtido en el menester y por momentos sensato. Hoy las encuestas le sitúan por encima del Presidente Zapatero, aplastando de paso al temulento Rajoy y su Bruja Verde (dixit el Mago de Oz), la desesperante Esperanza, cuyos ruegos por la salud radiofónica de Jiménez Losantos (supremo detractor de Alberto) alcanzaron al real comensal de aquella famosa cena, dispuesta en tabla redonda y cuchillos afilados.

Lo cierto es que el puppet del PP y su puppeter en la sombra, gananciosos a la corta, pierden a una larga no muy larga, habida cuenta de la cercana fecha electoral.

Las diferencias entre Rajoy y Ruíz Gallardón, reconocen la nada pequeña que cabe entre tener un ventrílocuo o un mentor.

Y Fraga no es un mentor cualquiera. Es, fantaseando un poco, lo que Obi Wan Kenobi para Luke Skywalker. En cambio, para quién sea, Aznar se perfila como Darth Vader.

Las analogías que en el aludido espacio trazó Justino Sinova (excelente historiador, defectuoso analista) acerca de Alberto, situándole comparativamente maléfico en relación con la Aguirre (bien escenificada por el desternillante Vestrynge en su ímpetu tardío, propio de la Sección Femenina), no se sostiene en la realidad.

Y menos tras el insensato ninguneo, administrado por la discípula de Pilar Primo de Rivera con aquiesencia de Mariano.

Los del PP han cavado su fosa al bloquear un irresistible ascenso. Las encuestas posteriores lo demuestran, y éste es sólo el principio del fin. Por eso El Mundo abre el grifo a escritores que, nos sigan o no el rastro (que sí lo siguen, qué duda cabe, Pedrín) ponen los pies en la tierra.

En mi primer tomo sobre Perón centro el énfasis en el episodio carcelario que, en octubre de 1945 afirmó su casta de héroe victimizado ante millones de futuros votantes.
Huelga comentar el cuartelazo fallido que garantizó a Hugo Chávez diez años más de poder, o lo mucho que contribuyó la previa invasión mercenaria de Playa Girón en la perpetuación del régimen castrista.

Otro es el presente escenario. Sin embargo, la desesperación de los que resisten el poder de la realidad es igual a posterior fracaso.

Lo que Perón o Chávez no atesoraban es aquéllo que da solidez a la presente víctima: un mentor de hierro.

El Fraga Iribarne de hoy camina balanceándose, habla desdibujando un poco las frases y cuando escribe, su letra dibuja montículos de difícil interpretación. Pero uno le capta gracias a un vigor que supera con creces el pulso y la edad.
Él, lúcido y transformista hasta el último aliento, resume lo peor y mejor de España en los últimos cincuenta años.

Convengamos en que el aludido es una marca de fábrica, tan potente en el escenario político y el inconsciente colectivo como la Mercedes Benz.

Uno podrá cuestionarle por lo que se le ocurra, pero sigue en la brecha como una columnata cojónica, y su discípulo se aferra a ella sofrenando aquél ímpetu que en un primer arrebato le compelía a renunciar.

No sé a ciencia cierta si Alberto Ruíz Gallardón presidirá un día España. Pero de que su ausencia en las candidaturas del PP acentuará el desastre partidario, estoy persuadido; y no soy el único.

La candidatura de Pizarro, amiguete de Aznar, es un anzuelo económico destinado a pececillos asustados, y poco conformes con los temblores de Mariano Rajoy. A más de un jefe del PP con tradición le escuece que un advenedizo de fortuna acceda mediante cortos sudores a aquello que la laboriosa fatiga de años merece aventajar.

¡Qué se ha creído el tipo éste!- dirá más de un militante puro y duro.

Pues lo que Mariano Rajoy y su sombrío apuntador determinaron. Uno con la media intención pacata y la voz shesheante; el otro desde el más profundo rencor.

Mientras el momento decisivo se acerca, las folclóricas y los mundundis (éstos, francamente desorientados) seguirán con su campaña de descrédito antiliberal.

Apostaron a esa carta. La de los bastos y las espadas. Les mola y pertenece por Derecho Divino. Así lo auguran los obispos y sus laderos involucionistas.

Entre tanto, el gallardo Gallardón, guarda el pañuelo con el que amagó contener una lágrima huidiza y acepta situarse como esfinge en la campaña de su formación; probando que, por encima de su ambición, refulge como icono supremo el órgano de sus amores.

Siendo parcialmente cierto, no representa la entera verdad. La estrategia es probar su espíritu de sacrificio. Más qué por el Partido en abstracto -hoy manejado por sus enemigos- demuestra aquello que está dispuesto a subrogar en el presente por el bien de España.

De ahí su cumbre en las encuestas.

Con las distancias del caso, Perón hizo lo mismo en 1945, para ganar el año siguiente las elecciones.

Insisto en que, siendo gestor excelente a Gallardón le falta madera de líder absoluto e indisputable. En todo caso, reculó en el amago de tirar la toalla, gracias al providencial empeño de Fraga, el estimable respaldo del diario El País (preciada herencia del cariño que le profesaba el difunto Jesús de Polanco), la devoción irrestricta del ABC, y las encuestas.

En cualquier caso, deberá el héroe de marras aguardar las calendas de pasado mañana; no las de marzo.

Todo depende de lo que el PSOE de Rodríguez Zapatero cocine en la siguiente legislatura.

No obstante, la noche y Alberto, con 48 años, son jóvenes. Y la vieja España está hambrienta de luminosos amaneceres.
¿Quién no?






No hay comentarios: