Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

miércoles, 30 de enero de 2008

EL CONTRAGOLPE DE LA SENSATEZ EN ARAS DEL BIEN COMÚN

Llega desde dos frentes.

El más importante lo explicita la inicial derrota del conductor que, tras arrollar alcoholizado al joven ciclista Enaitz Iriondo Trinidad a enorme velocidad, presentó tres años y medio después una ofensiva querella contra los padres del fallecido, reclamándoles 20.000 euros por daños contra su poderosa máquina, y perjuicios contra su tiempo, entregado al parecer a una industria.

Lo peor del caso es que un juez hizo lugar a la demanda.

Sin embargo, el día de la comparecencia de las partes, el demandante, triste tigre cuya desvergüenza de fardador paseó por los noticieros de la TV, escurrió el bulto ante la reacción de los medios y la opinión pública.

Ahora, el Fiscal Superior de la Rioja toma cartas en el asunto, exigiendo una nueva instrucción del atropello, mal atestado y sin juzgar en su momento.

La imagen de los padres de Enaitz clamando justicia en la televisión y otros medios ante la impunidad y la insólita pretensión del bárbaro sujeto, tuvo eco.

Y esto es algo digno de celebrar.

Es deseable, que sobre el culpable de segar una vida interponiendo una demanda aberrante caiga todo el peso de la Ley.

Debiera asimismo, observarse en detalle la conducta del juez que hizo lugar a la demanda.

Preocupa no obstante, saber por qué no hubo correcto atestado ni la correspondiente instrucción judicial hace tres años y medio.

Entonces, la protesta de los padres del fallecido cayó en saco roto. Y esto señala con claridad el deterioro de la justicia en España.

El predominio de la frivolidad, y la telebasura o la radiobasura vienen encharcando el panorama social en los últimos años.

Espacios como el tristemente célebre Missisipi, junto a las más recientes Crónicas Marcianas o el Tomate, han malacostumbrado a un importante segmento de la población.

En paralelo, desde las ondas herzianas en "La Mañana" el continuado ninguneo y la falta de respeto por aquéllos a quienes se critica, han trasladado al terreno político su propia cuota de veneno. La fantaseosa teoría de la conspiración que descabalgó al PP del poder, o la peculiar investigación de El Mundo sobre la bestial masacre de Atocha comportan otros atentados al sentido común.

La supresión por Telecinco de su show más caliente resta a la partida mediática uno de sus contenidos más letales.

Celebrándolo, no dejamos de condenar a los anfitriones de Federico Jiménez Losantos, Cristina López o César Vidal. Tampoco la falta de responsabilidad, que compete a cualquier periódico que se precie de serio y bien informado.

Tampoco a estos presentadores y comentaristas, o a los periodistas que no contrastan debidamente su información.

Los excesos, en especial aquellos perpetrados por Jiménez Losantos, crean la pública impresión de que cualquiera puede decir de los demás lo que apetezca a nuestro mal genio; además de verter una profunda sensación de pesimismo en la entraña social.

Si nos gobierna la destrucción -y éste es el sansonete- cabrá destruir un poco más, aprovechando el desmadre. De ahí que, por ejemplo, alguien como Tomás Delgado Bartolomé conduzca borracho y atropelle en la calzada al joven a 160 kmts /hora; fardando de ser víctima y no el victimario.

No culpo de atrocidad semejante a la COPE, ni a los obispos que bendicen sus contenidos o al diario El Mundo. Sin embargo, creo que la prepotencia o la fantasía contumaz, en nada estimulan la convivencia democrática y un diálogo político basado en el respeto.
Tampoco favorecen el equilibrio emocional en la mayoría de sus escuchantes.

El jaleo de la ira y los insultos impactan singularmente en los niños, y el que nos ocupa da de lleno sobre las personas intemperantes o las que padecen ciertos grados de paranoia y/o delirios persecutorios.

Y no es que nada se deba criticar. Por el contrario. La crítica es un fenómeno refrescante.

La democracia se nutre de ella, siempre que la autocrítica la modere y calibre. Cuando la última se ausenta, la primera explota, deflagrando rencores propios y frustraciones endémicas que estimulan las de otros.

Si un mensaje mediático es agresivo, activa nuestra agresividad. Si bien el propio equilibrio o su falta deciden su real efecto en cada uno, la piedra fue arrojada contra nuestros escaparates.

La riña de gallos o canes está expresamente prohibida por nuestra legislación (no la llamada Fiesta, verdadero ejercicio de crueldad). Pero ciertos programas reproducen dichas coordenadas entre los seres humanos, sea en medios faranduleros o políticos.

La desaprensión hacia el otro, manifiestamente criminal para el caso del conductor que arrolló a Enaitz, es la extensión emocional del ninguneo y la descalificación ofensiva, dirigida al prójimo bajo otras máscaras.

Aunque los matices de la agresión cambien, siendo una punible y la otra no, asistimos a fórmulas degradantes de la vida social.

Hoy Telecinco nos ha restado una. Esperemos que otros, en radios y periódicos imiten al canal, o en cualquier caso no descarguen sobre los ciudadanos de este país nuevos contenidos de igual o peor factura.












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