Las del señor Jiménez Losantos son ampliamente comentadas. En nombre de una España imaginaria, él y sus folclóricas acometen contra cualquiera que no esté de acuerdo con ellos o Rouco Varela.
En terreno propio tenemos algunos ejemplares del tenor. Éstos, en su afán de romper lazos con todo lo que huela a español (menos el PSC, a los que deben presencia en la Generalitat, claro) son desaforadamente catalanistas.
He dicho que los extremos se tocan. ERC y el PP local, las dos formaciones más sectarias de Catalunya, han coincidido objetivamente en votos decisivos, más allá de sus fobias particulares.
Joan Tardá y los extremos repeluces contra el Rey y España, se cobraron en su voz un nuevo tanto, atacando a Manuel Fraga Iribarne en pleno hemiciclo congresual
"Tiene las manos manchadas de sangre", sostuvo el portavoz de Esquerra. Agregando, con turbia fantasía de su parte, que Acción Nacionalista Vasca era un partido antifascista.
Le respondió Zaplana. Creo que gente más cercana a nosotros debió intervenir. Al no hacerlo, debo darle la razón.
En Tardá y muchos otros miembros de su formación se observan cargas de caballería sobre la derecha del pasado y el presente, ocultando que muchos catalanes y vascos colaboraron gustosos con el régimen de Franco. La mayoría cría malvas, pero algunos están vivitos y coleando. Estos ejemplares campan sueltos.
Cito por ejemplo, a Juan Antonio Samaranch y Fabiá Estapé. Consultados, y con frecuencia reverenciados en foros y medios de cada especialidad.
Tampoco se observa en Tardá y su colla, justicieros señalamientos del pasado que comprometen a Santiago Carrillo; reconocido caníbal de los disidentes de izquierda desde cargos de importancia durante la Guerra Civil.
Cómo se sabe, Fraga y Carrillo fueron puntales de la Transición. Su desarrollo hizo posible la democracia.
Ya dije las ventajas y las desventajas que supuso el generalizado olvido de entonces para la autocrítica de hoy, prácticamente inexistente en todos los partidos y sus dirigentes.
Yendo algo menos lejos, señalo que el habilísimo señor Fraga Iribarne aplicó en Galicia buena porción de las medidas programáticas y de diseño en los pilares nacionalistas, impulsadas por Jordi Pujol en Catalunya.
De ahí el odio estructural que le manifiestan las folcóricas y su Komandante en Jefe tocando Diana a las 6 de la mañana y de lunes a viernes, con el agregado de periódicos ataques por prohijar y respaldar en el PP a Alberto Ruíz Gallardón; el único político del sector que recuerda al José María Aznar pre endiosado. Aquél que, precisado de refuerzos ante su mayoría relativa, hacía importantes concesiones a Catalunya y el País Vasco. Con los últimos, hasta el punto de conversar animadamente con ETA; que es una banda criminal y todo eso.
¿Se contradice lo apuntado con la Ley de Memoria Histórica? No. Hablamos de la Guerra Civil y el franquismo, condenando las acciones de Fraga Iribarne junto a Franco. También sin duda, las de Samaranch y Estapé. Me refiero a los sobrevivientes de la época. Por que la gente cambia, y a veces para bien.
De igual tenor nos parece la favorable mutación de Carrillo.
Y la de Adolfo Suárez.
¿O es que Suárez no tuvo nada que ver con la Grande y Libre?
Es la voluntad de los ciudadanos de España y sus naciones, respaldada por los avances europeos en la OCDE quienes convalidaron estos cambios. Los sociales y políticos, ganando a la elite más liberal del franquismo para la democracia.
Desde entonces, su desarrollo ha sido imparable, pese a algún cimbronazo que otro.
Lo es hasta el punto de permitir a Joan Tardá compartir el hemiciclo y volver [caprichosamente] al pasado, negando un presente de Manuel Fraga que pesa más en la balanza desde 1977 hasta hoy, que todo lo que antes hizo junto al régimen oprobioso.
Cuando edité el primer tomo de Perón, giré Emails a los grandes partidos nacionales, ofreciéndoles el envío del ejemplar sin cargo alguno. Casi nadie me hizo caso. En cambio, Fraga -que es autor de libros de Historia y hombre cultivado a la vieja usanza- respondió desde su secretaría en la Xunta, en tres horas con un sí rotundo.
Luego intervino, agradeciéndome un libro del que disfrutaba, mediante dos cartas manuscritas y una preciosa guía de Galicia.
Entre mensajes, sostuvo que Perón había sido negativo para Argentina. Yo no dije nada. Tenía razón. Pero Franco fue mucho peor para España, y él le ayudó.
Y ahora no es que le defienda por leerme, ni por ello recomiende votarle. Aunque le respeto como adversario parcial desde mi nacionalismo mediterráneo.
De ser gallego y vivir en Galicia reconocería con mayor sentimiento lo de bueno que hizo, afirmando la presencia de su tierra natal como país; aunque probablemente le combatiese desde posiciones de centro, enfrentadas al nacionalismo, español y absorbente del Partido Popular.
Lo haría empleando la convicción con la que hoy critico en un grado u otro, a demócratas como Sirera, Montilla, Saura y a los destemplados tremendistas que, desde la COPE, el gabinete partidario o cualquier hemiciclo, ofenden a un demócrata; atacando en el fondo, a la democracia misma.
El señor Tardá baila esa milonga. La de Carod Rovira, sus delirios del 2014, administrando la fanfarronería proverbial de los hombres pequeños.
Fácil es imaginar lo qué sería de nosotros si gente de este perfil retrógrado mandase en una Catalunya independiente.
Para hablar claro y catalán, deberíamos irnos a vivir a Andorra...
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