Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 20 de enero de 2008

EL HAMBRE Y KARLOS

Lo clavó en pantalla Karlos Arguiñano durante el reportaje que le hicieron anoche en La Noria, probando una vez más su enorme calidad humana.

Es justamente un hacedor de manjares, el mejor junto a Ferrán Adriá que supimos conseguir en la era moderna de esta España algo rezagada en cultura y refinamientos, quién evoca el espectro del más viejo flagelo que acecha el existir. Y lo hace en un programa de sobremesa nocturna, de compatriotas más o menos satisfechos.

Sin escenificar drama alguno, le brota al vasco el sentimiento en el gesto y la voz, cuando menciona el hambre; también vinculado ayer noche al tema del aborto, tan demonizado por la iglesia actual.

Las pateras de los famélicos que han procreado a la que te criaste, afirman su criterio en favor del control de la natalidad entre nos.

¡Vaya un cocinero éste! Es uno de los que piensa y siente. No olvida su niñez de privaciones ni su juventud, contando los duros para comer una vez al año en el mejor restaurante de París, y hacer la digestión de la cena junto a sus amigos en el banco de las plazas o en las ochavas de los suburbios. Por eso hace de la amistad otro valor sentimental, sin escatimar la reverencia suprema a Ferrán; quien para otro espíritu menos sensible vendría a ser más un rival que el camarada de buena fórmula culinaria.

Cuando este formidable vitalista se arrima al fogón o monta empresas que refuerzan en una u otra forma la leyenda del yantar español, piensa en la gente.

En su buena y mala alimentación.

También le obsesiona el hambre de los que no comerán ni tres, ni dos, ni una sola vez al día. De ahí que él, que ha ganado fama, premios y fortuna a base de esfuerzo, evoque las pateras.

En esta Europa del consumo garantizado, el hambre es un mal recuerdo del pasado. Aquí, los mayores la hemos padecido durante años. Por eso algunos debimos emigrar con la familia. Los más, se liaron la manta al hombro y se las arreglaron como pudieron.

No fue fácil abandonar la tierra natal, y mucho menos aguantar lo que aquí llovió.

Hoy, tras largos años de extrañamiento, dolor y mucho esfuerzo, España es uno de los países desarrollados más solidarios con el Tercer Mundo. Las contribuciones individuales y gubernamentales cantan. Es cierto que no a todos preocupa el hambre ajena. Ésos son los que sueltan ese "¡qué se jodan!", tan repugnante que ya hemos comentado en otro post.

Pero son minoría. Restos del franquismo sociológico dispuestos a que retrocedamos en valores e ideas solidarias.

En cambio, nosotros nos empecinamos en sumar amigos que piensen en la penuria del prójimo y en una forma u otra colaboren a paliarla.

A veces los descubres a la distancia. Es gente con la que quizá nunca dialogues, pero que sin embargo incorporas al rincón de los afectos.

Y ese no es otro que el fogón que late en el lado izquierdo del pecho.

Desde anoche, creo que para muchos compatriotas más, el vasco Arguiñano cocina ahí...

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