Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 19 de enero de 2008

LECTURAS

Arranco con la de El Mundo.

Cruzo la barrera que alzan los titulares de la primera página, y registro la del mejor columnista del periódico.
Es Cuartango, sin duda un maestro. Pues es maestro quién nos enseña a mirar y a ver. Lo dijo un prologuista mío y hasta cierto punto le cabe.
En su columna, compara a Gallardón con Zinoviev.
Entre ellos y su activo median noventa años y el desarrollo integral en otro hemisferio, que anula tenazas dictatoriales y penas de muerte, trasladadas a votos. El registro del escritor sabe dibujar rebeliones más o menos soterradas; aunque no procedan del todo, dada la época convulsa de ayer y la naturaleza de polémicas que hoy y aquí, son apenas gestos, lágrima contenida y movidas de piso.

Zinoviev apoyó la huelga ferroviaria de 1917; lo que despertó el alerta roja en Lenin. El primero esgrimía una democracia social que chocaba con el cielo de piedra de la urdiembre; impregnada de despotismo asiático.

"No es de fiar"-sentenció entonces el caucasiano, sellando un futuro del que Stalin dio buena cuenta a posteriori.

El liberalismo de Gallardón tampoco era funcional, en especial para Rajoy, que es un uomo di palla de Aznar, el Stalin del sovietizado (entre comillas) PP.

No es que Zinoviev, o sus socios en desgracia Bukharin y Kamenev, presumieran de ser inteligentes. En realidad lo eran más que muchos y menos que algunos; pero los problemas del sagaz Lenin con la inteligencia se agudizaban desde el poder soviético y su estela totalitaria.

El dramático pleito entre las ilusiones y la brutal realización que las negaba, sería resuelto por el ataque cerebral y su temprana muerte. Stalin se encargó luego de despachar a los tres aludidos, y tras deportar al peligroso Trotski, ajustó cuentas con él a la distancia, echando mano de un sicario español.

Seguramente, Lenin había rumiado que el exit era lo mejor antes de darse de bruces con la realización de su pensamiento. De ahí provino en parte el ataque cerebral, y su penosa y corta sobrevivencia. Fue cómo largarse de la sala en sombras para no visionar el final de la tenebrosa película.

Su brutal sucesor prolongó aquéllo que Lenin deseaba y temía a la vez, consolidando una gigantesca colonia penal.

La circunstancia de Ruíz Gallardón tiene poco que ver ante un escenario desdramatizado. Su tormento de aparatchick caído en desgracia es anímico, no carcelario. Comparativamente, le asiste la razón. Cómo a los mencheviques frente a los que después asaltaron el poder.

Él constituye un destacado referente interno del PP; el guiño al centro derecha, captando votos moderados, mientras destina en genio y figura cantos de sirena a los disconformes con los excesos izquierdistas del PSOE.; que ahora rumbearán por doquier.

Su defenestración a manos de Rajoy, ejecuta el libreto diseñado por Aznar y sus asesores folclóricos o mundundistas (el receso histórico de una clase nos depara estas subespecies).

No es que sean maléficos estos indivíduos. Siendo demócratas de baja densidad, reflejan las tensiones de la sociedad actual desde su ala inmovilista, integrada por muchos adherentes.

Seguidamente, apunto otro desajuste en el artículo del señor Cuartango.
¿Cómo se mastica y digiere la comparación que hace de Esperanza Aguirre con Trotski?

No deja de ser un elogio, francamente inmerecido para ella. Aguirre (o la vernácula Ira de Dios) es la Salomé de Aznar, ofrendándole en la escena la cabeza del Bautista.

Lo dibujó un talento, y es éso. O sea, poca cosa. Una dama completamente accesoria y circunstancial sin mayores vuelos que los otorgados por la terquedad y el temperamento, fuerza la exclusión del enemigo interior.

En cambio, el creador del Ejército Rojo y la teoría de La Revolución Permanente era un paranoico genial, digno de estudio. Ruíz Gallardón no lo es tanto. Y mucho menos la señora Aguirre.

Dama suceso nada épico en las presentes circunstancias, a tenor de los superiores votos que obtuvo en su momento el caído en desgracia, y los que su barrido restará al pobre Rajoy.

En verdad, la desgracia y virtud de Ruíz Gallardón consiste en apacentar en este PP de hoy. Le viene de herencia, junto al doble cerrojo que completan su prosapia y el respetado mentor que ayer y hoy le respalda.

El incombustible Fraga Iribarne, jefe fundador de una formación que por esas cosas de la vida hoy lo atormenta en vez de erigirlo líder sucesorio.

La contradicción suprema del alcalde madrileño, radica en que, sin ser bisagra, nada sería. Y siéndolo por culpa de los más retrógrados, le sacuden como si fuera el muñeco de trapo maltratado por una niña caprichosa.
Bastó una movida de piso entre bambalinas para acometer la hazaña.

Seguidamente, pasamos del ensayo discutible, aunque retador y excéntrico de Cuartango (dado el medio), a un más espartano lustre de botines.

Y el esfuerzo lo realiza con la ira de siempre Isabel San Sebástian. Qué de teórica no tiene nada.

Periodista estrella del ABC que dirigía Anson, viene a emparejar en su ocaso el marujerio ultra de Carmen Tomás; folclórica par excellence.
Las dos parecen granaderos, sable en alto.

A Isabel La hemos sintonizado con el mando -a saludable distancia de su arresto-, abandonando arrogante no la Duma, sino una modesta tertulia.

Sus papeles perdidos los destina ahora a glosar pretendidas virtudes de Ramírez; a quién califica de virtual psicoterapeuta, habida cuenta del autoglorificado reportaje que le hizo el patrón a Rodríguez Zapatero.

¡Oh, sierva de minucias, que otorgas excelsa voz de barítono al aflautado sansonete del amo!

Creo, que en el listado destinado a la carne de diván que merecen ostentar los jerifaltes de la prensa escrita, el señor Ramírez ocupa uno de los puestos más relevantes.

Por contra, San Sebastián lo sitúa en el otro extremo de la consulta, de cara a una manumisión que estrella en los suelos su ya estropajosa fama de amazona.

La moza era una estatuaria de cartón piedra en su juventud, y ahora, con arrugas que marcan la mala uva, luce patética. Casi tanto como se manifiesta Esperanza Aguirre; con sus labios apretados y la media sonrisa, entre sardónica y represora.

El amo, de más dudoso sonreír, se dibuja peor. Le vimos en la semana crispado y reseco, cómo si lo hubieran envasado al vacío, en la rueda de prensa que montó 59 Segundos.

Si el futuro comporta siempre un misterio; el de la tropa de andrajosos conceptuales que presume de patriotismo negando la patria de los demás, es tan sólo un instante; resueltamente nada, en el devenir de los tiempos.

España es un hecho diverso. Único para ellos, y los que emocionalmente son casi nadie. O unos pocos locos apiñados y nada egregios, que no paran de jalar a la multitud.
Se creen los dueños de el mundo y lo son apenas en el papel, con mayúsculas tirando a menos.
Comparar estas tragedias domésticas con la épica de la Revolución Rusa, su impresionante escenario y algunos actores del drama, no es de recibo. Aunque ilustre y despierte interés.
La distancia que media entre el cuadro teórico como Zinoviev -actor secundario de un gran acontecimiento histórico- y estos modestos epígonos; sean víctimas o victimarios, excede nuestra virtud de modestos consumistas en un planeta desigual, donde la riqueza de unos pocos contrasta con el hambre y la sed de muchos.
De no ser así las pateras no existirían.
Zinoviev era de los que querían matar el hambre universal. Ruíz Gallardón apenas se contenta con lamentar la desigualdad que otros niegan desde su confortable despacho.
Convalidando eso mismo sin lamentar nada, están los de Génova, sus aliados y los tan piadosos obispos.
Amen.




















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