Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

jueves, 15 de noviembre de 2007

VERDADES

Lula ha señalado la condición democrática de Chávez.

Pruebas al canto: "Ganó tres referendos, tres elecciones y cuatro plebiscitos"

Verdades imposibles de negar que reitera el carioca, esconden bajo apariencias la naturaleza de un régimen corrupto.

Un poder que se invoca revolucionario y recomponedor de una nación moralmente quebrada, pecisa de la mística, que refuerzan las prebendas y sobornos. La corporización totémica del Líder argamasa privilegios sectoriales imperativos: sin botín, no hay tropa.

¿Eran menos corruptos los beneficiarios del Pacto de Punto Fijo, alternándose en el poder para pitorrearse de los venezolanos pobres; que son enorme mayoría?

No sé si eran más o menos corruptos que Chávez y su pandilla, pero sabemos que fueron déspotas encubiertos por una democracia formal.

Perón, ex golpista vocacional, hizo lo mismo con los protagonistas de la Década Infame (alargada en realidad, tres años más). Eran políticos que se repartían el poder apelando al fraude electoral, reservándose el trozo más grande del gruyére los rancios conservadores, apoyados por el Ejército.

A bombo y platillo el criollo fundó La Nueva Argentina. Que resultó tan taimada como la vieja, bajo los afeites de un estatismo gigantino de tono nacionalizador.

Chávez, otro veterano de los golpes de Estado, fundó la República Bolivariana. O sea, nuevo odre para un viejo vino.

Nadie pudo negar al primero una mayoría de votantes en las dos elecciones presidenciales que mediaron, entre 1946 y 1952.

Tampoco negamos el mérito a Chávez. Por eso creemos que Lula lleva razón. Aunque también distancias de su par.

Pero la coacción social y política que supone la investidura de Libertador en un país, es enorme. Tras domesticar al poder judicial, liquidando a sus opositores más mediáticos, Chávez pretende legitimar su perpetuación en el poder.

El "Todo por la Patria", ha sido, es y será el sansonete de los tiranos y demagogos.

Sacrificados patriotas, al estilo de Franco, Stalin y Fidel Castro (hasta hoy) demostraron que éso es posible. Pero perpetuar un régimen opresivo lo es menos.

En Rusia, sus ejecutores pudieron durante setenta años. Mussolini duró apenas 20. Hitler 12. Kim Il Sung y su dinastía vienen superando el medio siglo. También los comunistas chinos y los vietnamitas. Pero los cambios en el interior de estas sociedades regidas por el despotismo llegarán, aplastando a los aplastantes.

Chávez no es comunista. Ni castrista siquiera. Nada en petróleo al alza y promueve, es exacto, cierta redistribución de la riqueza. Son las braceadas que lo mantienen a flote sin modificar nada. Por regla de tres, su sociedad es tan clasista como antaño, y los marginados forman legión.

Venezuela es un país de grandes mansiones y chabolas miserables. A la clase media se la está cargando el paracaidista boliviariano, mientras el crimen por hora se mantiene incólume en la estadística.

En Marruecos, impera la ley de un monarca alahuita tan despótico como su padre. Nos filtran por mar, aire y tierra miles de futuros indocumentados sin que se les caiga un pelo. Son parte del excedente laboral, que diría Marx. Sin embargo, ningún prominente compatriota nuestro le manda callar, ni Aznar fue previamente al territorio, para galvanizar a sus tan castigados opositores.
Mandan la diplomacia y el comercio en el norte de África, y la descalificación o la injerencia descararda en los asuntos internos de un país soberano allende los mares.

Visto el panorama, ¿en qué estamos y quedará la Madre Patria, maeses?

El creador del PP, veterano inspector de Hacienda fue, convertido en socio espiritual de Bush, a inspeccionar y alzar partes de sanción en territorio Venezolano, despotricando en potrero ajeno.

Claro; aquí despotrican otros por él. Ahí están para demostrarlo, el diario El Mundo, las folclóricas, Acebes, Zaplana y Rajoy (cuando no lo afecta la Kriptonita), etc.

Lo reitero. Chávez me gusta tanto como Perón. Dediqué al último tres ensayos escritos y dos publicados.
Verdadero identikit del populismo latinoamericano, corporizado en el general mesiánico que ama que lo amen sin amar a nadie, se aplica por entero a Chávez, con algunas distancias que el sujeto más arrimado al Caribe no se atrevió a recorrer.

Tampoco apuesto a que lo haga. Es poco razonable que remplace a Fidel Castro, cuando al Comandante en su chandal lo entierren, en fechas cercanas.

Los problemas futuros para Venezuela son dos. Uno es el desastre social que el actual Presidente no remediará sobornando a los pobres. Perón lo intentó un tiempo, con los resultados previsibles. El otro es la ausencia de un liderazgo creíble como alternativa al mesianismo.
Si la previa farsa democrática duró casi cuatro décadas, es natural que su contracara masiánica perviva mucho tiempo. El tic tac de la historia marca flujos y reflujos constantes.

Un tercer obstáculo asoma como amenaza de graves conflictos en el futuro. Triunfante el golpe de Estado que en un momento dado asestará el Ejército, ¿qué será de los pobres y cuál será el futuro de esa Nación?

A la patronal local de FEDECÁMARAS (promotora del pasado pustch), a José María Aznar (que lo respaldó) y al rudimentario inquilino de la Casa Blanca los que viven en precario les importan un carajo.

"Son los perdedores", los "pobres habrá siempre" que el miserable Menem sentenció junto a Aznar, y les dictó gente como Bush. Es la filosofía imperial que en lo posible conviene esquivar para no dar al traste con nuestra averiada leyenda de humanismo hacia el Tercer Mundo.

Los impulsos de Juan Carlos I, a quien pagamos un dinero los contribuyentes, debieran remitirse a observar el estricto interés de España, sintonizando en lo posible, con el de los venezolanos.
Un poco de sensatez y menos orgullo patrio facilitarían la labor.
De esa forma, ni Chavez ni los involucionistas e involucionados que pasturan en casa harían su agosto. Uno, recordando las crueldades de la colonización y los cuellos cortados de sus indígenas. Los otros, condicionando malamente nuestras relaciones internacionales.

No es tan problemático ser sensato. Hay que mirar más al otro y menos a uno mismo. La riqueza de algunos no justifica la pobreza de muchos.
En ese ámbito, el espejo que nos refleja miente tan a menudo como el de la reina bruja en el cuento de Blancanieves.




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