Aznar hizo campaña política en un país que no es el suyo, y con el que manteníamos cordiales relaciones. Se trata de un ex Presidente que ejerció el cargo durante ocho años. Él era consciente de utilizar esa porción de autoridad, vinculada a la que España, monárquica, constitucional y especialmente observadora del Estado de derecho, impone mediante el prestigio que brinda el respeto.
No conozco a fondo las deposiciones del jefe espiritual del PP en Caracas, aunque las imagino. Un aliado espiritual de George Bush sólo maneja con algún maquillaje discreto el abstruso discurso del jefe.
La protesta del Presidente constitucional de Venezuela, Hugo Chávez Frías, destemplada y poco respetuosa del turno que, entre los ponentes de la Cumbre chilena correspondía al actual Presidente Rodríguez Zapatero, no deja de observar una base real.
Aznar fue a meter la nariz y la lengua donde no debía.
Una cosa es que vayan Acebes, Zaplana, Rajoy, Jiménez Losantos, o incluso el oficioso Ramírez, a parlamentar con los opositores de Chávez en nombre de la derecha ultraliberal. Pero un Presidente, aunque ya no ejerza (ni probablemente vuelva nunca a ejercer), debe observar el decoro de la representación.
Sabemos que Aznar agradeció a Z la defensa que hizo ante el militar lenguaraz y fallido clon de Bolívar. Con todo, echo en falta el reproche al abusivo intento -de momento exitoso- de marcar el derrotero de nuestra política exterior.
Esta es una prerrogativa del gobierno elegido por el pueblo, no de alguien que fue elegido en el pasado y que lejos estuvo de finalizar su mandato en loor de multitudes.
En el punto, reiteró la sombría retirada de Felipe González.
Por lo tanto, no le asiste derecho alguno a él, ni a su Partido, Tampoco le autorizan acosar al Rey, humano al fin, pinzándole con las folclóricas de la COPE, el pequeño Mundo de un ambicioso, y los simétricos radicales, siempre oportunos al disparar in extremis sobre el mismo blanco.
En el punto coincide Chávez, quién, lejos de ser un Rey con la talla democrática y cultural del nuestro -seamos o no republicanos, debemos admitir probadas virtudes, aunque nos parezcan insuficientes a otro efecto-, pretende virtualizarse como tal en su país.
En España, los vaivenes de Z, poco clintonianos pese a lo que se menta, son los de Montilla en Catalunya. Ni contigo ni sin tí, nos dicen, encajándonos de paso a Magdalena Álvarez, la barona de una región que poco tiene que ver con nosotros y la eficiencia, según lo observado y padecido.
En el ínterin, ERC despliega la consigna de independencia en las comarcas del país, echando cuentas del desastre barcelonés que nos asola en los rieles.
Carod, que en el fondo es un tramposo, como todos los inseguros, quiere venderme la libertad territorial a base de que lo reconozcan Josep Lluís. No es que lo diga así, pero lo representa, tal cuál.
Me quedo con Más, y con Durán i Lleida. Menos altisonantes pero con tradición de gobierno desde su coalición.
Quizá los años me han vuelto conservador, según estimarían los responsables (pero poco) que han franqueado a 22 Mossos de Esquadra la terapia hospitalaria con lesiones graves; gracias a los izquierdistas violentos y los canallescos okupas que vos, maese Saura, estimuláis desde vuestra parálisis ideológica.
Naturalmente, caballeros de la izquierda dubitante entre el pasado y lo que hay que hacer, me manifiesto conservador, pero eso sí caballeros, con seny. A pesar de que lo exprese en castellano, pues mi tiempo apremia.
Por eso amo la tierra y su progreso, ordenado y siempre perfectible dentro de la pasión por mejorar.
Las reformas señores, comportan las pequeñas batallas más grandes de ganar, aunque la letra que las enuncie sea pequeña. Representan ellas gramos de arena en el camino de la Historia, pero son en realidad pepitas de oro: el de la sabiduría, que no es otra cosa más que el reconocerse ignorante, y combatir sin tregua por serlo un poco menos afirmando el ser social.
La vida nos enseña que la modestia es más poderosa que el orgullo. Preguntárselo sino a Gandhi, o a Vâclav Havel, y si no os empacháis de tanta dignidad y falso amor a la patria, recurrid a Nelson Mandela. La historia de cada uno nos arrulla la nana perfecta que precede al despertar de la acción pura y dura.
La que transforma y tantas veces nos corrige el rumbo.
La lección y ejemplo de Mandela (el Montecristo del progreso surafiricano) son diáfanos. Encerrar a un hombre no es encerrar su pensamiento. Y el nuestro, sin rejas gracias a lo que supimos conseguir hasta hoy, vuela como una paloma.
Desde Catalunya y a la vera del Mediterráneo, para el mundo...
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