Es el de Francisco Candel, autor de más de cincuenta novelas que documentaron en clave dramática los azares de la inmigración a Catalunya durante los años ´50.
Él mismo era uno de esos charnegos (tal como se definía) que adoptaban -en su caso desde Valencia- la nueva tierra de adopción. Hombre de izquierdas y militante del PSUC en la heroica época de Gregorio López Raimundo y Antoni Gutierrez Díaz, Paco llegó a desempeñar el cargo de senador comarcal.
De la política le quedó el amargor. Rara vez los grandes escritores se armonizan con los cargos de representación. Quienes lo intentaron no pasaron a la Historia como políticos.
Su literatura, profusamente leída durante años, es hoy tan irrepetible como él mismo. En el nuevo siglo los inmigrantes nos llegan del Este, África y Latinoamérica.
De esa inmigración podrá salir quizá otro Paco Candel de piel cetrina u oscura, integrado a Catalunya, su cultura y tradiciones. No por cierto, de esta entraña social consumista y de poca lectura. La clase media pasulona y siestera domina el panorama, y de sus escritores brotan renglones menos emocionales aquí, y en otros lares.
Mandan por lo tanto -como me decía el otro día un amigo en el local de Torradas- las nubes de colores. Nos lo demuestran, edición tras edición Javier Marías, Ruíz Zafón o Enrique Vila Matas. También el público que los compra y en gran medida los exhibe en las raleadas bibliotecas, junto a adornos de porcelana y algún trofeo barrial, leyéndolos apenas.
Nadie cuestiona que ellos y otros colegas, aparte de ser fenómenos mediáticos creados por grandes editoriales, escriban bien. Pero la buena letra poco trasciende con el paso del tiempo y el imperio de la moda, sin albergar contenidos que nos relacionen con la vida.
Evadirse no siempre es necesario, a pesar de que algún texto bien llevado te lo ponga fácil.
Pasa lo que con el ya remoto Neorrealismo en Italia, y también con el nuestro, algo más modesto, ensayado de a ratos y en lo posible por Bardem, Berlanga, Fernán Gómez, Miquel Marti i Pol y el propio Paco, frecuente víctima de la censura franquista.
la ventaja de todos ellos sobre Paco fue la mayor difusión de sus obras. La de él se quedó en Catalunya, donde fue premiado y venerado, a pesar de haber escrito parte de sus libros en castellano. Por eso su velatorio se realizó en la Generalitat, entre el calor de sus más cercanos compatriotas.
No es que en esta época escaseen la miseria y hondos dramas; que los hay, aunque quizá no en la proporción y sentido de antes; cuando las novelas sociales y los proletarios o jornaleros andaluces de Paco alcanzaban las 22 ediciones.
Hoy nos ahogan las hipotecas y los créditos al consumo. Las ideas sociales no son un plato más en la mesa familiar. Y Candel; algo, mucho o todo Candel; el gran escritor y orgulloso charnego, catalán ilustre que ayer nos dejó un poco más solos, permanece ausente en las raleadas lecturas de las nuevas generaciones desde tiempo atrás.
Éso habrá que corregirlo, y rápido.
Volver a él será poner el pie en la realidad de una época que hoy cobra nuevas formas y desafíos. Para los nuevos inmigrantes y nosotros.
Los que palpitan en el interior de los seres humanos que llegan a un país en pos de una vida mejor, y los que debemos ofrecérsela como oportunidad, para crecer juntos, siendo mejores y más universales.
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