Falta, en efecto, condenar a los autores intelectuales del sangriento atentado. Todo indica que se volaron en el piso de Leganés. De no ser así, permanece una incógnita que con el tiempo y nuevas pesquisas, oficiales o privadas, será al fin resuelta.
Lo que queda claro es el fallo del Tribunal, leído con tono firme, sólidos fundamentos y una contundencia del Juez que despeja toda duda.
Las primeras reacciones de Pilar Manjón y su Asociación recurriendo aspectos del fallo, la de los condenados iniciando una huelga de hambre, y las del sindicato policial más importante querellándose contra Jiménez Losantos y su plana mayor por los infundios que salpicaban desde la Cadena COPE la actuación policial en todo el asunto tras el atentado, son iniciativas que garantiza el Estado de derecho.
En el artículo de ayer, definí al nucleo de involucionados que respaldaba las posiciones de la extrema derecha en el PP, como Grupo Salvaje. Un amigo escritor me enmendó la plana.
"Son más parecidos a las folclóricas".
Se refería al plañir y la gestualidad tremendista de algunas coplas y sus intérpretes.
El pregón de toda hora desde la COPE, nos repiquetea una España rota, y los desastres cotidianos que se ceban en los pedazos.
Viene a ser el renovado martirio de la España nuestra; digo, la bendita España por ellos concebida, un valor femenino maltratado por los brutales asesinos seriales del socialismo y las izquierdas, en sintonía con los separatistas catalanes, vascos, gallegos y aragoneses.
Si no estuvieramos al tanto, creeríamos a pie juntillas que el Demonio, reclamado por sus arcángeles del Infierno, ha bajado a la tierra con algunos leños, para avivar las brasas de la Guerra Civil.
A fuer de no confundirla con el sexo ni la homofobia, la postura de mi amigo ahonda la inspección en un dato interesante: Jiménez Losantos es un gran admirador del folclore y sus grandes Batas de Cola. Es bien conocida su devoción por Concha Piquer y la tauromaquia (esa malsana afición, heredada de la pre Ilustración, a la que el último Joan Manel Serrat acabó rindiendo penoso culto).
Yo acuerdo con la riqueza y el arte de aquel floclor hispano que no atormenta animales. Pero de ahí a proyectarlo emocionalmente sobre la política y los políticos, media el abismo. El español de Teruel se lo salta de continuo. Sus quejas y quejidos, de onomatopeyas matizadas por la estigmatización constante del enemigo; suerte de águila de muchas cabezas, mediante soflamas más propias de un tablao que del lenguaje periodístico, no cesan de reiterar el espantajo de la conspiración.
Toda la monserga de las traiciones a España y la conspiración que anida en el gobierno central y ciertas comunidades, escenifica por medio de este agitador, un giñol arcaico propio del Tercer Mundo, por él tan vapuleado.
La involución conduce a un previo estadio del espíritu y la mente. En Jiménez remata un largo proceso de años y mutaciones algo alienígenas. También en sus sus colaboradores, una nutrida panda de arrepentidos precisados de un jefe.
No sé, en qué instante inició Aznar el retroceso espiritual que ha determinado toda esta boutade vergonzosa, servida a su mesa. Se explica mejor en Zaplana y Acebes; dos registros complementarios del envaramiento político. También en las temulencias de su uomo di palla. Personaje válido en un gabinete aunque perdedor vocacional en solitario.
Ni el envaramiento y la obstinación cerril se justifican en un ex mandatario. En este ámbito, admitamos que Felipe González ha sabido comportarse con dignidad.
Quizá el pretender para España un liderazgo compartido en Europa y Occidente, hayan compelido en Aznar la catastrófica alianza con Blair, y sobre todo con Bush, dando la espalda a Francia y Alemania. Haciéndolo, se enemistó en simultáneo con una parte de su electorado.
No fue, reitero, la masacre del 11M el único motivo en el cambio del voto. Además de errores y fallos en la política interna, la previa asociación en política exterior jugó su papel en muchos ánimos. Los españoles; en especial los ciudadanos de Catalunya y el País Vasco, no olvidan la alianza de Franco con los EEUU y el soporte político que, desde Eisenhower en adelante, brindaron al dictador y su régimen los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca.
Ninguno de ellos; ni siquiera el legendario Teodoro Roosevelt, o los más modernos Lyndon Johnson y Ronald Reagan, superan en prepotencia y estropicios a George Walker Bush.
Su gran amigo Aznar, vino a recordarlo. Lo peor del caso es que en toda esta crisis política, ha seguido en sus trece. Por otras razones, vinculadas a una influencia cultural y espiritual que precisa un Estado unificado y sin fisuras, la Curia respalda al Partido Popular, controlado hoy por el ex Presidente.
Si no median cambios interiores en su formación, difíciles en el corto plazo que nos separa de las generales, las espadas seguirán en alto.
Una, la más vetusta, revela desajustes en la empuñadura y óxido en su filo. ¿Adivináis cuál es?
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