Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

jueves, 22 de noviembre de 2007

FERNANDO

Se nos fue nuestro egregio Pelo de Zanahoria.
Sus amigos lo despidieron con tangos y poemas en el madrileño Teatro Español, donde se instaló la capilla ardiente. Cientos de visitantes de todos los ámbitos le sumaron su último adiós, entre ellos, el presidente Z.

Fernando, anarquista de alma, era un grande de la escena y la literatura, porque era un grande de la vida. Lo consiguió golpe a golpe y verso a verso desde su primer bocadillo importante, en una pieza escrita y dirigida por Enrique Jardiel Poncela en 1940.
En ese siniestro calendario de miseria y dolor mandaban Franco, su soldadesca, los curas y la comparsa falangista, sirviendo a los señoritos oligarcas y la corte de estraperlistas: los verdaderos dueños de la tierra, el dinero y los víveres.

Nacido en Lima y anotado en un registro de Argentina en 1921, este hijo de madre actriz y padre volátil del que pocos se acuerdan, desarrolló un atractivo epecial sobre los tablones de la escena y frente a la cámara.

Durante los últimos años ´40 y los iniciales ´50, fue un gran característico que hacía suyas las historias.

Delgado y avispado, proyectaba el arquetipo de aire inocente y buen fondo sentimental; una figura nada peligrosa para el Régimen.

Sin embargo, no tardó en mostrar otras facetas algo más hondas. Recuerdo especialmente La vida por delante, que dirigió e interpretó junto a Analía Gadé, su pareja entonces.

Ella era otro ejemplar que evolucionaba a marchas rápidas tras unos comienzos algo insulsos en el cine argentino.

En los setentas, la madurez de un intérprete que no paraba de encantar al público desde el teatro (dónde abordó, desde la comedia hasta los clásicos), la televisión y el cine, nos brindó su mejor trabajo hasta entonces en el último apartado mediante El espíritu de la colmena. Tampoco hizo ascos a la hora de interpretar al miserable chulo estraperlista de Pim, pam, pum, fuego, junto a Cocha Velasco y nuestro (Josep María) Flotats.

Muerto Franco y en su recta final la oprobiosa tiranía, Fernando se lanza a ganar, entre 1976 y el 2004, un galardón tras otro. Los flashes de la prensa y las cámaras de cine y TV reflejan su franca sonrisa en todas las edades. Gracias a ellos le vimos coger uno a uno: el Oso de Plata del Festival berlinés, el Lope de Vega, cinco Goyas, una Medalla Nacional de Cinematografía, el Príncipe de Asturias de las Artes y otro Oso de Plata Honorífico en Berlín.

Su ingreso al sillón B de La Real Academia Española se produjo en 1997.

No sólo se ponderaban sus doce obras teatrales (llevadas en más de un caso a la pantalla, por él mismo) y su autobiografía. Había impreso su versatilidad a 180 filmes, dirigiendo 25.

Criado por su madre y la abuela, Fernando amaba a las mujeres. En ellas proyectaba aquellas figuras que le habían dado lo mejor de sí, alentando su vocación de comediante; reflejada en gran medida por Viaje a ninguna parte (uno de sus filmes favoritos).

A la hora de hacerlas suyas y entregarse a ellas, las escogió bellas e inteligentes. Con María Dolores Pradera concibió dos hijos. Lo de Analía duró un tiempo. Pero habíéndole tomado el gusto a las criollas, realizó con la joven actriz Emma Cohen la más duradera y feliz unión.

Ella lo acompañó hasta el último instante, tras unos años de lucha sin cuartel contra el cáncer.

A diferencia de Francisco Rabal o Fernando Rey, que maduraron gracias a su labor con grandes directores en notables filmes, Fernán Gómez se elaboró casi en solitario, a fuerza de talento y muchísimo esfuerzo, superando épocas difíciles en las que mantuvo en alto la condición de astro. Su sensiblidad, unida a una importante cultura y multifacéticas dotes, le vuelven un ejemplar irrepetible.

Lamentamos que se haya ido. Pero si el límite de la vida y el rigor de su ley se impusieron a sus ochenta y seis impetuosas primaveras (nunca mejor dicho), el legado de este español universal permanecerá vivo entre nosotros, y en aquellos que nos sucedan cuando nos llegue la hora.

Hasta siempre querido amigo del arte y la vida. Donde palpite con fuerza un corazón entregado a la escena o la pluma, estarás tú; desde 1940 hasta el día de tu adiós...

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