La primera y mas sonada (nunca mejor dicho), la aporta José María Aznar remitiendo el supuesto complot yihadista a las cercanías. Si bien en la Estación con Mayúscula se suceden las escenas de terror de los que ven trastornado su horario habitual por causa de nuestros desastres edilicios, otro es el odiado objeto que el ex Presidente sitúa en su mira, presto a jalar del gatillo en cualquier instante de ira mayor.
Mientras Ruíz Gallardón saca pecho en 59 Segundos, la creatura se le desmarca al Frankenstein belicista. Antes la desmarcó él, al desplazarla hasta un territorio cercano a la fenecida Alianza Popular. Aznar ("qué te pasó"-dirán algunos- "antes eras de puta madre") está jugado en el apoyo a las andanzas de George Walker Bush. En el Norte le pagan muy bien las conferencias. Pero no es esto lo que promueve su obsesión: ultimamente centrada en instruir a los briosos jóvenes del PP.
El muy obcecado es un euroyanqui de alma. Lo sería de nuevo cuño si al titulejo no lo hubieran acuñado mucho antes el director de El Mundo y las folclóricas de la Cope.
Ahí tienen por ejemplo al pro norteamericano Don César Vidal. Alarmado por un supuesto estímulo a la homosexualidad, favorecido por estamentos de poder. El diario Público fusiló a César poniendo en página una foto que le revela un cierto instinto de madre.
Pues nada de eso, malintencionados señores. A este magno historiador, centrado en las checas y la revisión nostalgiosa de nuestra triste Historia inmediata, le alarma la homosexualidad tanto como el comunismo y el socialismo. Si algún macartista en cierta cinta de Kubrik señalaba la infiltración comunista procedente de los grifos de agua, apenas disuelta entre el fluor, como frente acuoso de la gran conspiración, el director de La Linterna sitúa otra forma del complot disolutorio de la moral social, en el reclame de la foto adolescente.
Cuando pequeño le dijeron que tuviera cuidado con ciertas gentes y él se lo grabó a fuego en el chip. O sea, es más concreto en el afán que en otros asuntos, algo más volátiles.
Mientras tanto, la vida pasa; y con ella el alza de su coste. Alarmante en un país de bajos sueldos, insuficiente cultura y misérrimas pensiones, para una población que envejece en números redondos; y también en medio de flacas esperanzas.
Productos esenciales en la cesta familiar han superado el 20% de alza. Esto es directamente subversivo. Puro terrorismo económico. Mucho peor en consecuencias políticas que las soflamas de Jiménez y la homofobia -pública y ventilada por Público- del atildado y profesoral César. No me refiero al pequeño. Este otro viene a ser su Jefe de Centurias del vespre.
La culpa, según el Gobierno, hay que cargarla en la cuenta de la loca carrera alcista del petróleo. Lo que no dice, es que los sueldos de las siete u ocho potencias que nos preceden en el top ten planetario, son más robustos que los nuestros.
No hay mentiras ni vídeos que puedan competir con esta realidad; que no es de derecha ni de izquierda. La economía tiene sus propias leyes. Y las padece, hijos mios, el más débil...
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