Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

miércoles, 22 de octubre de 2008

UNA FALSA MONEDA

Lo es Pilar Rahola.

Su columna de hoy en La Vanguardia lo reitera una vez más, bajo el título ¿Justicia o "garzonada"?

En apariencia, ella misma finge bascular ante el proceder justiciero de Garzón.

Sin embargo, sus cavilaciones no son sino, el mero camuflaje con el que, renglón a renglón va descalificándolo. La razón es sencilla. El origen conservador de Pilar Rahola (afiliada a CiU) se trasvasó al neoconservadorismo nacionalista de Eribert Barrera y Esquerra Republicana de Catalunya. Allí, ella y Colom (otro conservador de tomo y lomo aficionado al disfraz) hicieron lo [objetivamente] posible para debilitar la formación, dejándola inerme frente al voraz pujolismo (tarea en la que persiste hoy Colom desde Convergencia Democrática de Catalunya).

Entregada al periodismo tras su corta celebridad en las esferas oficiales de la Generalitat y el Parlamento Español, la mariscala de la derrota fue por libre, sin cambiar los afeites progres de su naturaleza conservadora. En la actualidad simpatiza con ZP y los socialistas mientras entrega tinta y saliva a la causa del sionismo; auténtica fuente de dinero, aplausos, lectores y viajes por el mundo Occidental.
Asidua a mediocres espacios de opinión y reñideros mediáticos, en los que manifiesta su peculiar feminismo con vigor de amazona y trazas de maruja del país, Rahola reitera una y otra vez su odio machacón a los hermanos Castro, el Che Guevara, Hugo Chávez y los terroristas de cualquier signo.

Lo último de todo suena ponderable y hasta sería creíble, de no considerar (cómo lo hace) terroristas al grueso de las masas árabes, tradicionales enemigas del "pueblo judío".

Ahora se mete con Garzón arguyendo su teórica soledad ante un emprendimiento que estima digno del "Llanero Solitario". O sea, propio de un personaje de ficción para consumo infantil, o adulto en una sociedad atrasada. A tal efecto, considera Rahola no valorar "en este caso, si la Transición fue buena o mala, pero fue, y ese es el espíritu bajo el cual conformamos la sociedad actual" .

La conformarán ella y Jiménez Losantos, no Garzón, y me temo que tampoco muchísimos españoles, catalanes, vascos, gallegos, andaluces , etc, etc.

Lo que a treinta años del pacto político oficializó la Transición, y con ella la Monarquía Constitucional, junto a la división real de los tres poderes y la plena vigencia del Estado de derecho abre la perspectiva de un amplio debate sobre el pasado histórico, que hoy - aunque a trancas y barrancas- toma por fin estado público (partiendo de la base que sancionó la Ley de Memoria Histótica, omitida por la articulista).

Nadie es el Llanero Solitario, salvo en los viejos comics, los seriales de TV o en la cabeza de analistas como Pilar Rahola.
Con todas sus fallas de instrucción, nuestro mejor juez encarceló a terroristas y represores. Su arrinconamiento de Augusto Pinochet sentó un precedente que el mundo contemporáneo no olvidará, a la hora de ajustar cuentas con los déspotas presentes y futuros.

Ahora llega esta pubilla de Canestoltes tildando a Baltasar Garzón de personaje de comic, con el inaudito pretexto de que nosotros "habíamos decidido cerrar el capítulo histórico del franquismo".

Lo habrás decidido cerrar tú. Nosotros no; Rahola. Por fortuna tampoco el magistrado que denigras, y eso es formidable por una razón poderosa y que escapa a tu estricta pequeñez de moneda falsa: La búsqueda de la verdad no prescribe jamás. Pertenece a la naturaleza humana y tiene adeptos.

Gracias a ello, no hubo dictadura, ni habrá ley, ni Transición alguna que la entierren. Si hoy lo hiciesen en el apartado que nos ocupa -por alguna de esas abrumadoras conspiraciones boyardas a las que son tan afectos algunos jueces, políticos o periodistas-, la fuerza de la Historia volvería a desenterrarla; enterrándolos a ellos, sin pasar por alto tu complicidad.

En otros artículos sostuve algo que seguramente me habrás leído sin calibrar debidamente. De no ser así léelo ahora.

La Transición fue positiva en su momento. A cambio, instaló en el inconsciente colectivo de esta nación la fatal ausencia de auto crítica.

Lo que se fundó por fuerza mayor pretende perpetuarse, y así estamos. No Garzón, ni yo, ni muchos otros. Sí tú, y varios pavos reales más, mediante un entramado de complicidades que abarca desde gentes de izquierda "bien pensantes", hasta Losantos, Ramírez, César Vidal y Pio Moa, pasando por un variopinto conglomerado de comediantes y presuntuosos: la herencia no deseada de la cultura que impuso la derrota republicana a manos de la sedición militar y su miserable régimen.

Entre los espécimenes más cercanos a tu estrategia de doble vínculo, figura el historiador -también pro sionista- Joan B. Culla, sosteniendo que "el juicio de la historia deben hacerlo los historiadores"; frase a la que te adhieres en un renglón de tu deposición, porque refleja la prepotencia de una elite intelectual adocenada, conformista y heredera del viejo monolitismo; a la que ambos pertenecéis (en el fondo digo, más histórico posible).

Semejante elitismo, propio de un estamento intelectual arrogante, sin brillo ni capacidad polémica real, más allá del artificio, marca a fuego el póstumo comentario.

"...Sin embargo también creo que las culpas penales de los que mataron a seres humanos con la impunidad de la fuerza de un régimen dictatorial no tendrían que quedar impunes. Sin embargo así lo decidimos, y así fundamentalmente, para bien o para mal el sistema de libertades actual. ¿Nos equivocamos? Probablemente. Pero la enmienda a ese error tenía que haber venido del ámbito parlamentario y social, y no de la vocación justiciera de un Llanero solitario. Una vocación que, encima, puede quedar en nada."

Por encima de la débil formación dialéctica de Rahola, considerando a las superestructuras políticas un producto independiente de la sociedad que las crea y nutre, asoma su oposición a que prospere la audaz iniciativa (o Garzonada, según los cavernarios al uso) del "imprudente" juez.

Es decir, su explícito deseo (y no temor, como refiere de vez en cuando) a que, lo parido en medio del alboroto y una polémica favorable al progreso, quede en nada.

Para que así ella, y parte de la sociedad española, puedan vivir con la "placidez" que señalaba Mayor Oreja; eso sí, adaptada "transicionalmente" a esta democracia poco reflexiva, en la que los mediáticos reaccionarios, devotos del reñidero y la buena vida farden de demócratas y progresistas, empleando el método fronterizo que hoy esgrime escondiendo el percal, esta conservadora retinta y moneda falsa en su quintacolumna de hoy.

















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