Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 28 de octubre de 2008

EL MEA CULPA, O BIEN MEARSE EN ELLA.

El perdón que reclama el señor Benach por su gasto excesivo en el lujurioso Audi 8 se le concede, no sin antes matizar las razones que esgrime. El desfase en la inversión no solo contrasta con la actual catástrofe económica que vive el mundo y sus reflejos catalanes. Para el caso, tendría el mismo significado en épocas de prosperidad.
Un funcionario público debe dar ejemplo de austeridad ante los ciudadanos que representa en su función respectiva.

Para ello le pagan; y en el caso concreto del señor Benach, admitirá ante la abrumadora mayoría de mileuristas (y flamantes parados), que el parné de su tarifa es muy, pero que muy bueno.
Otra de las peteneras ensayadas por el deponente sostiene que el Govern implementó medidas de ahorro en ciertas despeses de parque automotriz.
Puede, aunque no precisamente en la suya y tan criticada, o la efectuada por el señor Saura; tan frívolo y oneroso en sus criterios ambientales.

Huelga puntualizar entonces el manido contraste entre lujo y crisis, siendo crucial gérmen de cualquier clase de crisis moral, económica o política el insolente lujo funcionarial que ha venido manifestando nuestra variopinta fauna (y flora); especialmente observable durante los largos mandatos de Felipe González y Jordi Pujol.

A punto de cumplir cincuenta años y ya curtido en la cosa pública durante el último quinquenio, debiera estar al tanto el President del Parlament Catalá sobre las tentaciones que debe eludir, si desea que le votemos o que al menos le sonriamos sus compatriotas, de coincidir en algún semáforo con su reluciente y poderoso Audi de marras.

Si no adoptó hasta hoy la providencia, significa que su noción del mando y la jerarquía, largamente edificadas en su fuero interno, le autorizaban desde mucho antes estos excesos.

El mea culpa sólo es útil en la medida que quién lo esgrime cambie a fondo sus valores, y eso debe demostrase de aquí en más, teniendo en cuenta que a menudo la fragilidad de la naturaleza humana borra con el codo lo que escribe con la mano.

Los ácidos del poder desatan invariables tentaciones que disuelven la humildad, y con ella el buen juicio. El fardo heredado del boato franquista nos empuja en esa dirección.

Puede entonces que el truco de ser el mismo jurando ser otro, funcione un tiempo. Empero, la realidad elabora ácidos aún más poderosos, y con ellos se desvanecen las máscaras logreras y los gestos vanos.

Por de pronto, adimitamos que el catalán Ernest Benach tuvo la dignidad de admitir su craso error, desmantelando la TV, el reposapiés y el escritorio del vehículo oficial (sin archivar para el caso, la manida táctica de embanderase en la Senyera señalando que la noticia, originalmente publicada por el periódico "anticatalán" ABC, venía a representar una maniobra de la derecha española).
A pesar de lucir más inducido que espontáneo, este arrepentimiento es positivo en lineas generales.

En cambio, el gallego Touriño, otro maniroto de cifra millonaria, pasó de ello.
Del ex polluelo de Joan Ribó, conseller Saura, ni hablar. Tampoco dieron ejemplo alguno de contrición el alcalde madrileño Alberto Ruíz Gallardón (ídem de Fraga Iribarne), o el polémico Ministro de Justicia, señor Fernández Bermejo (zapateril hasta en la suela), empeñados en remodelar a elevado coste despachos y gabinetes de trabajo.

Antes dije que el mea culpa era un principio de cambio. Los que ni siquiera se lo plantean, resisten mudar el tercio.

Para ellos resulta más placentero mearse en culpas entregadas al subsuelo de la conciencia, que entonar el proverbial cante de los más sinceros y honestos.
Estos últimos son los que en principio necesitamos; hoy, mañana y siempre.






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