Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 21 de octubre de 2008

DESQUICIOS Y ORÍGENES

A continuación, trascribo un fragmento íntimo y testimonial de Federico Jiménez Losantos, impreso junto al de otros arrepentidos de la izquierda, mediante libelo de reciente aparición, bajo el imaginativo título (digno del más plúmbeo Reader´s Digest" ): "Por qué dejé de ser de izquierdas".

"Mi familia venía de los dos bandos. Mi padre era falangista, mi abuelo materno era republicano, estuvo de topo y se murió justo al terminar la guerra.
Mis padres se conocieron de una forma muy romántica. Habían nombrado a mi madre maestra del pueblo pero como había maquis pensaban que a lo mejor no se atrevía a subir. La víspera habían matado a un primo hermano de mi padre que era alcalde de Santa Eulalia, a 30 kilómetros de mi pueblo. Se lo llevaron en un camión y lo arrojaron por un barranco. Mi padre, para asegurarse de que la maestra subiría al pueblo bajó armado a escoltar el coche correo. La maestrita, que era muy mona, pues se encuentra con un tío que va por la parte de afuera del correo, escoltándola. Fue irresistible. Yo creo que ese día ya la republicana se rindió. ¡Es que el falangista estaba cuidándola! Así se conocen en el ´49. Y en el ´51 nazco yo (...)"

El pretendido romanticismo en la evocación no puede ser más revelador en trazado y símbolos. Los perversos guerrilleros del maquis irrumpen en una aldea de gente laboriosa, bien alimentada y feliz de la España nuestra en la inmediata posguerra, sembrando el terror.

Mientras, una maestrita de familia republicana teme ser despeñada como el alcalde de Santa Eulalia, por los feroces vagabundos sedientos de sangre. Sin embargo, un gallardo falangista que escolta fusil en mano el coche correo resuelve incluirla en su esfera protectora, camino al pueblo y la escuelita, y la muy mona enseñanta republicana se rinde ante el irresistible encanto del noble guerrero.

Así, entre cartas autocensuradas y amenazas del maquis (retratado miserablemente como un antecedente histórico de la ETA) se enamoraron un falangista armado del régimen represor y la rendida hija de un difunto topo republicano, dando vida a don Federico Jiménez Losantos.

Para el vástago de esta pareja, la condición del amor es que se rinde alguien; más aún si se trata de una mujer republicana.

Esta identificación claramente machista con la figura del padre falangista (exaltado con un romanticismo propio del No-Do), nos desvela una de las taras más visibles de este personaje, proyectada ampliamente durante su juventud militante en la izquierda revolucionaria.

A diferencia de otros desertores de esa tronante ideología, luego insertados en la democracia, Losantos ha girado a la extrema derecha más provocadora, confundiéndola torcidamente con el liberalismo. Sin ser el único virando en tal sentido, vino a ser el más destacado cacique de esa miserable tribu, concentrada en la Cope, las variantes mediáticas de Libertad Digital y en algunas páginas de El Mundo.
Antes y ahora, la introyección que el astro del presente artículo hizo del verdadero agresor (el padre) y su identificación competitiva con el mismo, se mantuvo intacta con el forzoso agregado del posterior ninguneo materno en la segunda deriva ideológica.

En el relato, la maestra se rinde arriando sus banderas ante quien representa el orden dictatorial y su omnipresente terror. Ese amor -en versión FJL- más incurso por imperio de la circunstancia y sus caracteres en el Síndrome de Estocolmo que en una libre elección de pareja, dió lugar a la criatura que aún, en medio de retrocesos de audiencia -y juicios que pierde (tras haber extraviado el juicio allá lejos y hace tiempo)-, lidera y jalea desde las mañanas de la Cope a la España profunda.

De allí proviene el sujeto, y a la misma, nostalgiosa del franquismo representa, pese a la cacareada formación filológica y un largo ejercicio de columnista algo menos estridente en los periódicos.

Ahora me viene a la memoria aquella mención que el año pasado hizo de la nieve bloqueando la vivienda de su infancia durante los crudos inviernos de Teruel. Sin duda alguna la localización claustrofóbica del paisaje evocado reflejaba un profundo aislamiento psíquico e inadaptación social de los que Losantos nunca se libró.

Allí vivía el pequeñín con la maestra rendida y (empleo los estrictos términos que administra el dicente sin ánimo de ofender) y su custodio falangista.

Probablemente se quisieran, deseando como la mayoría de los padres lo mejor para el hijo. Por desgracia, no tuvieron suerte.

Ni él, ni nosotros con él.

De entre los "arrepentidos" que testimonian en el referido texto los orígenes de una reconversión falsamente liberal destaca uno solo; el ex admirador del Sandinismo César Vidal, didáctico de manual evocando su desengaño. Los restantes son figurones de relleno o chatarra. Tal es el caso de cierto farsante al que se inventan méritos no contrastados y del que ya me ocupé en previos post.
La de este último, limpialetrinas del vertedero y cuatrero literario de quién se tercie, prefigura otra despreciable y trágica historia que no merece comentario...





No hay comentarios: