En este tiempo impiadoso y desesperanzado se precisan héroes. Habiendo sucumbido los del siglo XX ante el peso de la la realidad, no hubo tiempo de fabricar otros. Un repaso al panorama mundial de hoy retacea la especie.
Sin embargo hasta el momento, la humanidad requiere postulantes.
Es un viejo asunto que nos persigue a lo largo y ancho de los siglos. Los héroes (me refiero al liderazgo político, no a vidas ejemplares o ciertas conductas de la cotideaneidad) alejan nuestro miedo ante el porvenir, brindándonos una cierta perspectiva de futuro.
De bote pronto, ante la necesidad se encienden nuevos escenarios para los viejos arquetipos. Resulta que para algunas cabezas templadas en la revisión, Franco nos salvó del comunismo y las penurias de la Guerra Mundial, en vez de encabezar -tal como fue- una sedición realizada por encargo de los viejos poderes fácticos que apuntaban al rezago español y la miseria popular, defendiendo privilegios.
O bien que el Che Guevara y Fidel Castro agujerearon el monolitismo comunista para insufrarle nuevos bríos.
Todo es cierto. Franco nos salvó del comunismo y la Guerra mundial, a cambio, claro, de oprimirnos, fusilarnos, exiliarnos y amordazarnos. Fue como matar el cólera diezmando a la población.
O sea, un recurso preventivo.
Y así, preventivos permanecemos hoy; aunque imaginemos lo contrario.
El Che Guevara y Fidel vitalizaron un sistema decrépito, prolongando la vida de su esquizofrénica fórmula social. Si, aunque de paso borraron del mapa un régimen oprobioso, gobernado por la hambruna, el despotismo y otros intereses.
Ahora los izquierdistas del orbe, en retroceso global, se inventan la heroicidad del argentino Rodolfo Walsh; un pistolero cuya única virtud fue renegar a última hora de sus coleguis del bandolerismo, a la vez que denunciaba las verdaderas intenciones de los militares sediciosos y su atroz genocidio, ejecutado en nombre de la patria.
La ostentosa mención de la patria demanda héroes.
Su necesidad en este mundo plano, y sujeto a números que hoy por hoy se descalabran a cada minuto, arrecia. Ante las vacantes, desenterramos cadáveres del camposanto a los que brindamos un horizonte.
Precisamos espécimenes que no se obtienen a través de anuncios clasificados. Los fabrica la Historia cómo tales, aunque para dejarlos luego en pelota.
Como venimos y nos vamos de este mundo...
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