Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 25 de octubre de 2008

FUNNYMAN. EL CANTO DE CISNE DE DOS CREADORES.

PÁGINA DOMINICAL DE FUNNYMAN, CIRCA 1949

Éste no es cualquier cómic. Fue el último intento de dos creadores timados por una gran editorial neoyorkina, procurándose un nuevo éxito.

Resultó vano, pues Funnyman, personaje diseñado tomando como base el suceso cinematográfico de Danny Kaye, constituyó un fiasco.

El dibujante Joe Shuster y su amigo, Jerry Siegel, guionista de profesión, habían concebido Superman en 1934, siendo alumnos de Instituto Secundario y consumidores del cine, los pulps, las comic strips y los filmes en episodios de la época. Tras años de cocinar y depurar su criatura -horneada en el molde del popular Doc Savage, con características propias de cierto acento homérico- la ofrecieron a National Comics (luego DC), editora de los entonces novedosos comics a cuatro colores.

Superando marchas y contramarchas al fin resueltas por el habilidoso manager Max Gaines (padre de William, el posterior editor de MAD), en junio de 1938 se les publicó el personaje en Action Comics, cuadernillo mensual de 64 páginas (sin mayor suceso hasta entonces) a un coste de 10 céntimos.

Superman y sus poderes fueron un exitazo y rápidamente contó con magazine propio. Pero la bisoñez e inexperiencia de Shuster y Siegel les había llevado a ceder los derechos de explotación, y a su pesar debieron conformarse con realizar parte de la producción, junto a la versión diaria y dominical para los periódicos.

Del resto se ocupó la plantilla de dibujantes y guionistas de la editorial. De hecho no eran ya quienes lo controlaban, tanto en el papel, como en las audiciones de radio y el merchandising que arrastró tras él.

Por entonces el nuevo ídolo de masas, representante del poderío americano en el inconsciente colectivo de América y sus áreas de influencia, vendía un millón de copias al mes, sin contar sus reimpresiones de ultramar.

Así, del negocio fabuloso que convirtió al personaje en el favorito de los GI y marines durante la Segunda Guerra Mundial, siendo devorado en el home front por millones de chavales y adultos, sus autores recibieron mendrugos.
En 1947 ambos saldaron por algunos dólares la pequeña participación que aún les quedaba del Hombre de Acero, volcándose durante unos meses en otro héroe de doble personalidad con toques de ciencia ficción mediante una strip de pulso diario y presencia dominical.

Que fuese un payaso retrataba el verdadero estado de ánimo de sus autores. Auxiliado por John Sikela y otros dibujantes (entre ellos se contó un jovencísimo Dick Ayers, probable autor de la página dominical que colgué), Joe Shuster empezó a ser víctima de una progresiva miopia, que luego degeneró en ceguera. En cambio Siegel conservó la salud y hasta dirigió una editora de comics de breve vida, llegando a argumentar -como un free lance más- algunas aventuras de Superman.

En los años ´70 y ante los nuevos propietarios del producto (la Warner Comunications, que entonces preparaba la primera gran superproducción con el mismo) Neal Adams y otros dibujantes de fama se movilizaron, exigiendo una compensación para ambos, ya al borde de la ancianidad. Ésta llegó bajo el formato de una modesta pensión vitalicia.

Yo conocí a fondo Funnyman en la revista argentina Pucky, editada entre 1948/50 por la Editorial Manuel Lainez. Pude hacerlo recién durante los años ´70, al saldar la quebrada factoría los viejos archivos de todas sus revistas, empastados año a año en cada caso, desde su respectiva aparición.

El canto de cisne de Joe y Jerry me cautivó por su dinamismo, acompañado por el cierto sentido del humor que ya les había caracterizado en Superman, aunque el diseño era igualmente crudo y las historias elementales.
Quizá también por que, conociendo la tragedia vivida con su creación, les admiraba desde siempre. Lo sigo haciendo hoy, cuando hace ya tiempo no están entre nosotros.

Una de las cualidades que más me conmueve en mis congéneres es la capacidad de imaginar historias perdurables. Sin que estén a la altura de mis clásicos en la literatura y el cine, dos chicos de Cleveland me permitieron sobrevolar junto a Superman una infancia difícil.

A mí y a millones, ayer y hoy aún...



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