No podía faltar en la reseña del Hombre Cohete, su antecedente balístico.
Al igual que Spy Smasher, Bulletman -superhéroe verdadero, capaz de volar y atraer las balas enemigas con su casco- fue un personaje menor, aunque atractivo en la galería de la editora Fawcett.
Esta bella cubierta de Emmanuel Raboy -el mejor artista de la compañía y peor ilustrador (por lo inadecuado) de las páginas dominicales de Flash Gordon, desde 1948 hasta su temprana muerte- no refleja el más modesto arte que Jack Binder, Charlie Sultan y otros entregaron al personaje -habitual, primero en Whiz, luego en Master Comics, y además en su propio cuadernillo de 64 trepidantes páginas a cuatro colores- durante los años ´40.
Desde la Argentina de entonces, declinante pero próspera aún, nos conformamos con leer las espaciadas apariciones de Bulletman en el blanco y negro de la revista Pif Paf.
Pese a visionar los seriales años después de estrenados en el norte, y nos deleitasen las humildes reimpresiones criollas de los esplendentes comics norteamericanos, a los chicos de entonces no nos faltaban estímulos para desperezar con cualquier pretexto -audiovisual o gráfico- la tan necesaria imaginación...
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