Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

jueves, 17 de abril de 2014

MUERTE SIN GLORIA

                                       Verón pensando

A los 78 años murió Eliseo Verón. Pensador argentino de varios domicilios y universidades. Entre mis profusas lecturas durante mi tiempo austral (siempre las hubo en otros) figuró Verón, con posiciones filoperonistas. Ya en España le perdí la pista. Ahora me anoticio de su desaparición, precedida por una larga amistad con Umberto Eco, compartida jugando a las bochas en un convento de Italia, desde la vecindad de dos villas. Se aburrió con el autor de "El Nombre de la Rosa", o bien es mejor concluir que ambos eran aburridos? Me inclino por esta opción última. Los pensadores profesionales de corte académico son filósofos de varios usos. Por encima de todo les apasiona vivir bien. Eso es cierto, permite reflexionar, sin que garantice que la buena vida sea modesta, vedando tentaciones antisociales.
Eco me pareció siempre insufrible, desde que cayó en mis manos "Apocalípticos e Integrados". Parece que Verón no le fue en zaga. Primero asesoró a Raúl Alfonsín. Labor justificada cuando el líder radical era una promesa pública, no a posteriori, sancionando el Punto Final. Pero luego, en deriva espectacular lo hizo Verón con Eduardo Duhalde, el ex presidente temporero forrado por el narcotráfico, y vice de Menem durante su miserable gestión. Hubo en ambos casos buen dinero. La mayoría de pensadores contemporáneos terminan tarifados por las corporaciones políticas y los grandes grupos empresariales. El flamante muerto no las resistió en vida. Este lugar común reitera procederes concomitantes en varios puntos del planeta. La función de los pensadores como Eliseo Verón es dar lustre a canallas y ambiciosos de toda laya. Les lustran las botas con menos dignidad que los chicos de la calle con su cajoncito y los cepillos, o los veteranos sin porvenir, en procura del plato de sopa caliente. Desacralizar el pensamiento de alquiler, en momentos que faltan corazones que acompañen formas avanzadas de pensar y obrar, es un imperativo de este siglo, amenazando volver a instancias medioevales, con su carga de miseria, y guerras, comerciales y de las otras, brotando en todas partes.

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