Elisa Beni. Un juguete mediático y guardiana de fronteras
Acabo de borrar a Elisa Beni de mis amistades Face, no sin aclararle mis motivos. Es un procedimiento basado en la respuesta necesaria ante cualquier dislate observado, que ofenda la condición humana. El comportamiento de ayer, en "La Sexta Noche" condenando al juez Silva, fue bochornoso e indigno, demostrando que las personas le interesan menos que leyes vulneradas permanentemente desde el poder, y su extendida maquinaria político social.
La señora de su casa, confunde la judicatura con la sociedad, fruto de
su matrimonio con el respetable juez Gómez Bermúdez, al que agrega un
narcisismo exhibicionista, a menudo clamoroso, y que ayer desbarró por
completo.
Hay muchos más como ella entre el llamado "progresismo"
vernáculo. Gentes que consideran la televisión un trampolín desde el que
promueven la autoglorificación, fugando de una vida neblinosa. El caso
de Beni resume una combinación penosa de histeria, vagas ideas sociales y
oportunismo. No es casual que en su Muro imprima las piernas cruzadas,
sin sumarles ideas sociales ni valores culturales de peso real. En la
víspera quedaron al descubierto ambas imposturas. Con su indigna
manifestación omitiendo a las vítimas de Blesa, se solidarizó el extremo
derecho del plató, encabezado por el felón Marhuenda. Aunque no
faltaron concupiscencias en las márgenes de centro e izquierda. La
Excepción resultó Antonio Miguel Carmona; un tibio socialista y
parlamentario madrileño, a menudo conciliador, aunque sensibilizado por
la estafa de Blesa desde las llamadas "Preferentes", y la audacia
judicial de Silva destapando una olla podrida, tras meterlo en la carcel
por unas horas.
Probablemente el señor Carmona persiga votos, pero
este es el propósito ineludible de cualquier político llamando al
portal de la clientela, habida y por haber. La posterior entrevista a la
juez Manuela Carmena convalida la importancia de Silva en este proceso,
del que el verdarero culpable permanece impune, y quien lo encerró paga
la osadía mediante un juzgamiento abstruso, tan prepotente y canalla
como el que le cargaron en su momento a Baltasar Garzón.
Vuelvo a
la oscura Beni como ejemplo del oportunismo y la deformación, tanto
cultural como política, de muchos "progresistas" españoles. El PSOE
actual los representa muy bien, aunque también operan desde IU, sus
colaterales poco diferenciadas, y la sucursal catalana de
Iniciativa-Verds, pasturando individualmente en los medios de centro e
izquierda. Sin duda alguna representan un amplio arco de la sociedad
española. Al menos la que cuenta con un empleo razonable y ciertos
privilegios.
Ello revela que Europa va, paso a paso, dibujando un
nuevo mapa de fronteras entre ricos o acomodados, y pobres sin salud,
empleo estable ni futuro.
Existe una alianza objetiva en España,
entre los antes citados y la extrema derecha gobernante, política y
mediática. Las elecciones al Parlamento Europeo comportan parte de ese
circo, destinado a reforzar la maquinaria de una superestructura de
clase, ante la extensión de la pobreza y sus inherentes peligros de
emergencia social.
El plató español de la víspera en "La Sexta"
refleja muy bien esa alianza entre los más oscuros "demócratas",
naturalmente falsos, y las restantes gamas de gris que abarca el
espectro.
Elisa Beni no tiene importancia en sí misma. Es
insignificante como persona. Como mujer, una de tantas. Pero su viraje
de anoche proyecta con exactitud vaivenes reaccionarios, propios de los
tolerados miembros de la izquierda oficial, con voz y presencia en los
medios. No todos son como ella. Hay gente valiente luchando contra la
corriente, pese a la tácita censura oficial y oficiosa. Ente mis amigos
de muro o Twitter, cito el ejemplo de Alicia Gutiérrez o el lúcido
economista Juan Laborda (proscrito en la TV y el papel de los
periódicos). Pero la mayoría -si así no fuera, al PP le resultaría
imposible gobernar-, son opositores de sus majestades. Juguetes del
viento radioactivo y la oleada espectral que asola el viejo Continente,
retornándole, sin tunel del tiempo, al siglo XIX.
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