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miércoles, 16 de abril de 2014

LO QUE LA FARSA ESCONDIÓ Y LA CRISIS DESTAPA EN CATALUNYA

    Viñeta de un periódico republicano. 1937. La grotesca frase vuelta a pronunciar hoy.

Los catalanes guardan históricos y justificados rencores con el centralismo español. Fueron los principales derrotados en la Guerra Civil, con sus terribles represalias posteriores. Ser catalán y no ser franquista, falangista o públicamente chupacirios equivalía a cualquier clase de penalidad, desde la pérdida de empleo, las torturas y la cárcel, hasta el fusilamiento. Junto a la supresión de la autonomía, conquistada durante la República, la prohibición de usar la legua vernácula se hizo ley de punición. Muchos catalanes asalariados y decentes, pasaron a ser rigurosamente controlados por pistoleros de la falange, los curas de pueblo o ciudad, y la policía política del régimen. No olvidaban que en Catalunya, sus obreros, campesinos y empleados medios fueron el epicentro de la resistencia popular al golpe militar faccioso de julio del ´36, desempeñado un rol crucial en el curso de los combates que se sucedieron entre republicanos y fascistas.
Con la muerte de Franco y la llamada Transición, se devolvió al territorio el uso de la lengua histórica. De hecho, sus ciudadanos, desde el pagés y el butiguer, hasta el asalariado en empresas, bancos y fábricas, habían preservado el proscrito idioma y sus tradiciones, mediante una vasta red, clandestina y solidaria en las cuatro provincias. Esta fue la barrera que los vencedores de la Guerra Civil no pudieron cruzar, con el donaire aquél que gastaron sus tropas en abril del ´39, desfilando triunfales por la Gran Vía de Las Corts. Esa resistencia, auténtico y conmovedor cantar de gesta, me lleva a formular, sin ambages, que en Catalunya existe una vasta conciencia nacional.
Sin embargo, la ola restauradora del 77/79 fué encorsetada en el nuevo proyecto oligárquico. Para los catalanes había llegado la hora de la libertad ligüística y autonómica; aunque forzosamente desmemoriada y poco dotada de contenidos sociales, tal como aconteció en el resto del mapa.
La diferencia permanecía soterrada. Era el sofocado antifranquismo de los muchos que no habían perdido la memoria, factor que la burguesía local supo aprovechar a través de Convergencia i Unió y el Partido Socialista Catalán (PSC), rama local del PSOE. A ambos se les sumó el PSUC de los comunistas como ala izquierda del tinglado. Oficialmente, estas formaciones aceptaron el Estado Monárquico, pero quien se llevó el gato al agua del chantaje aludido, fue el pujolismo conservador de CIU, aprovechando a fondo las armas de la lengua como elemento disuasor de rebeliones, para envolverse en la Senyera (estandarte local), controlando mediante una vasta red caciquil y clientelar, tan corrupta como en el resto del mapa español, el gobierno de la Generalitat y la mayoría de gobernaciones y municipios.
Las leyes oficiales de partidos, y el enroque con las grandes y medianas empresas contratistas autorizaron esta merienda de saqueo público y coimas al aire libre, secundada por el voto proporcional, favorecedor de CIU y el PSC.
Los períodos de González y Aznar fueron pródigos en alianzas con alas de la burgesía catalana. Se la alimentó y mimó hasta donde la llegada de esta crisis lo ha permitido. Ahora, la banda pujolista, en decadencia desde una década atrás, promueve a través del señor Artur Mas, chicot de los mandados de la familia Pujol, un referendo independentista. Lo secundan los cahorros de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), en auge paralelo al desgaste de sus mentores del pasado, junto a parte del PSC e Iniciativa (ex PSUC). Todos ellos pivotan el odio soterrado al franquismo, retornado con señas visibles de identidad y procederes con Mariano Rajoy y sus huestes, esgrimiendo la amenaza agregada de "españolizar " la enseñanza; piedra capital de control conservador sobre los ciudadanos de Catalunya.
La pelea inicial disputó los tributos y la fiscalidad, pero se ha transformado en otra cosa que sus promotores no parecen controlar. Tampoco Rajoy, y burdas amenazas que sólo echan más leña a esta hoguera en ciernes. Parecen no advertir que, cuanto más se amenace a los catalanes, más recuperarán la memoria de su larga penuria bajo el franquismo. Las desventajas de esa política, que fuerza la amnesia volviendo al pasado más atroz, sólo funciona en épocas de prosperidad. Y la presente es de pronóstico reservado; de ahí el auge del republicanismo, y un repudio popular a la llamada "Transición Democrática", que va extendiéndose como plaga de langosta sobre sus instituciones, corrompidas hasta el tuétano durante 37 años.
En medio de tiras y aflojas sobre la cuestión independentista, una cosa es cierta: entre las medidas tan crueles como devastadoreas del gobierno central, y las de la Generalitat & asociados (léase ERC), no hay diferencia alguna. Ambos son paneuropeístas, aceptan mansamente el euro, el pago de deudas y todo, absolutamente todo lo que dispongan Merkel y La troica.
Luego, de producirse la secesión, la oligarquía catalana haría de la República un nuevo mercado persa sembrado de negociados tipo Palau o Pallerols, y su putrefacción ampliada.
Si bien la independencia heriría de muerte un Estado Monárquico ya muy deteriorado, conllevaría asimismo la fractura del frente social, necesario en toda España para terminar con el presente estado de cosas.

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