Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

miércoles, 9 de abril de 2014

LOS PELIGROS PROFESIONALES DE LA FAMA

   
           Esperanza Aguirre saliendo del agua, para meterse en un pantano.

Esperanza Aguirre es famosa. Así lo asegura en público, refrendando el aserto paseándose por todos los medios habidos y por haber, excepto uno, aquel que más justicia le haría: el plató de "Sálvame". Este espacio de las tardes y los sábados noche quedó rengo tras el alejamiento de Belén Esteban y su última cirugía facial. Raramente, la sagaz Esperanza no cayó en la cuenta de darse un paseo por ese establo, huérfano de una atracción condigna, aunque le anduvo cerca aceptando ser entrevistada por Mariló Montero.
Ex de Carlos Herrera, ese azote de la izquierda "en la onda", que la hizo un día suya ateniéndose a la idea que el presentador tiene de lo que debe ser una mujer, presenta un espacio transgresor en la TV oficial, desde el que vierte conceptos simétricos a los que el propio Herrera desliza sobre el destino de España.
Los dislates de Mariló, personaje ideal para disfrutar en las noches templadas un romántico solo de clarinete a la luz de la luna, no disgustaron a doña Esperanza. El gusto sobre las jóvenes carnes musculadas es, al parecer, común y, a tenor de la pregunta de Mariló sobre la apostura de los guardias de tráfico que la multaron, y de los que fugó en principio, cargándose una moto, respondió: "No estaban mal".
Ruego a Dios que Jorge Javier Vázquez se lleve a Esperanza, honrándola como co presentadora. En la política, ya se ha visto, tiene escaso porvenir. Tal vez en un futuro no lejano su rastro se pierda en un geriátrico de luxe, y sería una pena no aprovechar el fresco tirón de su atracción en esta televisión desmayada por la crisis y la falta de ideas. Eso sí, debe contar la aludida dama con la posibilidad que el conductor del espacio llegue a sodomizarla en abierto, según la tradición, mediante las artes de Conchi y su devastador Polígrafo.
Los riesgos que trae la fama dependen de su propia naturaleza. Ser famoso como Stephen Hawking es una cosa, serlo como Esperanza Aguirre, promocionadora de crápulas y ladrones diversos desde la presidencia de una comunidad, conseguida mediante el soborno, y sostenida por otras malas yerbas, es otra.

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