En "Público", Emir Sader establece un correcto
balance económico y social de Brasil, omitiendo sin embargo el
descrédito oficial y la erosión de Dilma ante el escándalo Petrobrás.
Probablemente no sean suficientes para derrotar al
PT en las próximas elecciones, pero el fantasma de la corrupción muerde
el talón de un gobierno que no despeja las dudas. La presidenta era a
todas luces responsable del área energética durante el periodo Lula, no
precisamente un modelo de transparencia, cuando la petrolera estatal
compró la refinería de Pasadena. Un "mal negocio", admitió Graça Foster,
actual responsable de la corporación. Lo que omite es que, además
surgieron "mordidas" con responsables probados. Alguno está en la
cárcel. Otros, envueltos en la sospecha, guardan un silencio menos claro
(como el ex vice del senado, André Vargas), no así el director
petrobraseño de entonces, señalando instancias superiores de complicidad
y soborno como culpables de todo el turbio asunto.
De momento, Dilma y Lula baten el parche del nacionalismo energético, tirando balones fuera mediante la sacralización de "Petrobrás". Mientras, la derecha económica no pierde tiempo, derramando tinta hirviente sobre ambos y el partido. Una pequeña, aunque significativa muestra de ello es la caricatura del popular dibujante Chico en la portada de "O Globo", señalando a Rousseff como "La chica de Pasadena".
De momento, Dilma y Lula baten el parche del nacionalismo energético, tirando balones fuera mediante la sacralización de "Petrobrás". Mientras, la derecha económica no pierde tiempo, derramando tinta hirviente sobre ambos y el partido. Una pequeña, aunque significativa muestra de ello es la caricatura del popular dibujante Chico en la portada de "O Globo", señalando a Rousseff como "La chica de Pasadena".
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