Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 18 de abril de 2014

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

                                                         Un joven Gabo             
  
Se achaca al difunto García Márquez la fraterna amistad con Fidel Castro, olvidando su origen colombiano de periodista, cronicando la atroz realidad de su país. En la República de Colombia no cesa la violencia desde el asesinato del lider popular Jorge Eliecer Gaitán, en 1948. Víctima de la violencia oligárquica servidora de Washingnton, la nación, habitada por núcleos privilegiados y masas pobres, desterradas desde el nacimiento en adelante de una vida decente, se vió inmersa en una violencia constante, matizada por dictadores paternalistas, a menudo brutales, y demócratas pasados por agua. Las Fuerzas Armadas, transformadas en casta destinada a resguardar negocios sucios y crímenes genocidas, tuvieron pronta contestación desde las guerrillas, remitidas al interior y zonas selváticas. El narcotráfico, negocio próspero desde la década sesentista, penetró los destacamentos de ambos rivales, acentuando el desastre nacional y social.
García Márquez se formó en esa atmósfera de malsana injusticia, dislates, constantes masacres y migraciones forzosas de pobladores huyendo del terror, para caer en otros, iguales o peores. La realidad de Centroamérica es esa, y los primeros relatos del escritor la retratan. Colombia sufrió la temprana amputación del itsmo panameño, al igual que México la de su franja sureña. El sueño de la justicia providencial, ejercitada por un líder o caudillo, persiguió el imaginario local. Hoy comporta un síndrome romántico propio de la tradición continental. Habierndo residido muchos años en Argentina, creo haber escrito mis libros sobre Perón para librarme del peculiar instinto, formado en un caudillismo real, o legendario e inconcluso como los de Villa y Zapata, menos democráticos que providenciales.
La conciencia nacional en América Latina está sembrada de libertadores o caudillos idealizados como Bolívar, San Martín, Tiradentes, Solano López, Sucre, O´Higgins, Miranda, Urquiza, Rosas, Artigas, y otros prohombres que fundaron patrias tan balcanizadas, como vulnerables, dando lugar a otros más modernos en el siglo XX.
Colombia no pudo acreditar durante el mismo un Cárdenas, un Vargas, un Jacobo Arbenz, o el Perón vernáculo. Tampoco un Fidel Castro, promesa viviente que fue incumplida en los hechos. Empero, la idea del socialismo igualitario pervivió en la fantasía compulsiva de García Márquez, objetivándose en el dictador paternalista de la Isla del Caimán. Aún su figura, pese al agua cenagosa que corre bajo el puente de la historia cubana, es idealizada por sectores sociales no rescatados del todo de su pobreza en muchos países del continente, especialmente en la Venezuela chavista. Comportando el mismo, un factor utilizado simbólicamente por gobiernos que no siguen el defectuoso y burocrático modelo castrista, para distanciarse del gravoso control imperialista, sumando votos.
La estrategia funciona, y el propio García Márquez no fue ajeno a ella; de ahí que no residiera en su patria, y la muerte lo encontrara en México.
Confieso no haberle leído mucho. Apenas "Crónica De Una Muerte Anunciada" y "El Coronel No Tiene Quien Le Escriba". Dos relatos cortos, desarrollados por un periodista de origen, convertido en innovador del apartado literario sudamericano. Mi mujer sí lo hizo a fondo, prefiriendo sobre todo sus obras breves junto a una producción periodística que juzga extraordinaria.
Realmente, el boom del llamado "Realismo Mágico", del que se lo señala máximo representante, acredita cierto componente de superchería, propio de los europeos.
En ese criterio, predomina el exotismo de contemplar la lejana miseria, situándola como valor folclórico. Pero los que la conocemos a fondo por haber vivido allí, sabemos que, por desgracia es trágicamente real.
García Márquez imprimió con mano maestra esa doble característica a sus labores. Proviniendo de otra realidad más convulsa, fue lo opuesto de Borges, emparejándole sin embargo en maestría y brillo literario.
Quizá lo que distancie a uno de otro, es que el último jamás escribió una novela, sí en cambio poesía; disciplina que Gabriel Garía Márquez no acometió. Su contribución a las letras del siglo pasado resulta indudable. Y como todo innovador, en su condición de sujeto singular no tendrá discípulos. Auque muchos, a diferencia de su desdichado y pobre Coronel, le seguirán escribiendo durante mucho, muchísimo tiempo.
Pese a que el aludido no pueda ya acusar recibo.   

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