Hablo de aquella que integra la sombra que envuelve la hoy reluciente de Ashim Thaci, nuevo presidente de la flamante República Kosovar.
El políglota líder independentista habla serbio, albanés, inglés y alemán. Su reptante apodo de La Serpiente responde la jefatura del ELK (Ejército de Liberación de Kosovo), una organización terrorista fundada en 1993, responsable de incontables asesinatos y destrozos en el campo serbio. Sabemos que los serbios tampoco se anduvieron con chiquitas en materia de crueldad con los kosovares, a quienes desde siempre consideraron una etnia inferior que debía ser sojuzgada y/o exterminada.
Los contactos de Thaci con la OTAN datan de 1999, cuando sus destacamentos ocuparon Kosovo. A partir de entonces contó con dos sucesivos valedores de importancia en el Departamento de Estado.
Uno era el diplomático y peón del CIA William Walker, vicepresidente de la Escuela de Defensa Nacional, experto en contrainsurgencia e impulsor de La Contra antisandinista en Nicaragua y los escuadrones de la muerte que, en El Salvador asesinaron a seis jesuitas en 1988.
La otra fan de Thaci fue (y sigue siendo) Marie Jana Korvelová, hija de un embajador checoeslovaco en los EEUU, durante los prolegómenos del virtual golpe de Estado respaldado por el Ejército Rojo, que lanzó al Premier Edvard Benes por una ventana e impuso el régimen stalinista.
Emigrada con su familia a América, Marie Jana se transformó a los 20 años en Madeleine Albright y tras una brillante carrera política en el Partido Demócrata (¡Oh, América, milagrosa América...!) asumió la Secretaría de Estado de la Administración Clinton, entre 1997 y el 2001.
Para nada importó a los escrúpulos de Walker o a Albright que Thaci permaneciese asociado al grupo Drénica, integrado por mafias albanesas, macedónicas e italianas centradas en el tráfico de heroina, en partidas fletadas desde Turquía, Albania, Macedonia, Kosovo, Macedonia, Bulgaria y Bosnia.
Quizá para algunos permanezca en el misterio el respaldo de Bush, Merkel y otros estadistas al señor Thaci, habida cuenta de los probados vínculos que en el pasado reciente existían entre Al Qaeda y el ELK.
El claro mandato de la conveniencia geopolítica que instala en la Serbia bien avenida con el envenenador del Kremlin, una cuña protegida por la OTAN, ha decidido el destino de un territorio convertido en flamante nación.
Parece difícil que los independentistas que yacen extasiados ante el nuevo esplendor de Kosovo adviertan las consecuencias de una futura escisión de Bélgica, Inglaterra o España. La obsesión patriótica de los nacionalistas regionales en el viejo continente depara el invariable destino de un cambio de collar y el estatus de segunda clase poco soberanista.
Mirándolo fríamente, no creo que ser la mascota geopolítica de grandes potencias le guste a nadie.
Empero, en la Europa Comunitaria de un mundo globalizado no habrá otro remedio para quien intente independizarse de un determinado territorio.
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