El del señor Josep Antoni Durán i Lleida, atribuyéndose el respaldo de 12 importantes economistas, es considerable.
Siete de los aludidos sólo admitieron haberse reunido con él. A los cinco restantes no pudieron ubicarles para contrastar la información.
Parte sustancial de la credibilidad en un político es la seriedad. Durán parece serio, pero no lo es del todo.
La atribución de tan importante apoyo comportó el abuso de confianza que media, entre compartir el cafetó y una font de pastissos, con su programa electoral .
La impostura del anfitrión de estos doce apóstoles de la ciencia económica quedó pues en evidencia. También la incidencia del candidato, presa del espejismo electoral. Y aquí cabe un nexo con la escena.
La semejanza del hijo de La Franja con los intérpretes, representando a menudo personajes que poco o nada tienen que ver con ellos, fue patente.
A la hora del voto, la diferencia suele pasar factura.
Cuando los fallos humanos dan de lleno a una formación política en el borde electoral (para el caso CiU) se producen dos fenómenos: la derrota o el milagro.
El milagro es que a Durán y el blindado Oriol Pujol (espantavotos cualificado de los ciudadanos hispanohablantes de Catalunya, en procura de arrancar sufragios a ERC), les cubra la papeleta el más creíble Artur Más.
En los previsibles pactos de Estado, CiU es formación clave ante la conocida debilidad de los socialistas en el concierto estatal y las autonomías.
Sin certera bola de cristal a mano, el triunfo es una incógnita, y por ahora en el poll nacional el PSOE aventaja en tres puntos al PP. De mantenerse el fenómeno hasta boca de urna, no deberá el triunfo a una campaña brillante, sino a la mediocridad del enemigo y su manifiesto sectarismo.
Las continuas ofertas de metálico en época de rebajas no son brillantes. Más bien desprenden aroma a soborno. En gran medida el propio ZP -honesto aunque efectivo hasta donde se lo autorizan sus limitaciones- es un producto genuino de la improvisación.
No pongo en duda su buena fe y sensibilidad social. Pero la factura de un buen gobierno no depende de las intenciones, y esta misérrima distancia de tres puntos tras su gestión, lo confirma una vez más.
Las huestes de Aznar, encabezadas en segunda instancia por Rajoy (personaje de hojalata sin carisma ni firmeza pese a ser también hombre probo) no podían haberlo hecho peor. Resistieron cada una de las reformas y emprendimientos de este gobierno en la forma menos efectiva. Los obispos y sus colaterales mediáticas refrendaron estas torpezas a diario.
Este PP confesional, y por momentos agresivo con cualquier iniciativa avanzada o realista, permanecería más rezagado en las encuestas si el PSOE no se quedara a medias tintas.
La evidente pugna entre ZP y Solbes no se resuelve. Falla la unidad operativa que a sus rivales les sobra; aunque sean reaccionarios y patéticos en su afán de retrotraernos al medievo social.
Es evidente que por momentos la formación socialista y su ejecutivo temblequean entre el querer y no poder.
Les tironea el miedo a perder votos; y dicho temor -forzado por la falta de claridad de un objetivo ante la permanente improvisación- es el que se los hace perder.
Si te equivocas, lo mejor será admitirlo ni bien caigas en la cuenta. Pues ante los fallos humanos no hay perdón en política (ni en la vida, pese a las apariencias).
En los EEUU, el Partido Republicano pagará los platos rotos de Irak y su pésima gestión económica. Beneficiados por la ruptura de la alianza con Bush, los socialistas españoles pagarán otro precio por la ruptura de otros menajes de la vajilla.
Por ello, las concesiones que deberán realizar para gobernar después de marzo, de vencer serán enormes.
Lejos de la mayoría absoluta y sin un programa claro, no les auguro una gestión tan relativamente calma como la desarrollada hasta hoy.
¿Qué ésta no fue calma?
Pues veremos la que se nos avecina ante la inminencia de la previsible crisis económica que ya anuncian el crecimiento del paro y la parálisis en la construcción.
Aunque mi pronóstico se vaya al garete, y el PP -en uno de esos milagros por el que rezan a diario los obispos españoles- consiga formar gobierno, pintan bastos.
Gracias, entre otras menudencias, a los fallos humanos de nuestros políticos.
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