Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

jueves, 14 de febrero de 2008

APUNTES

Desde El Mundo ironiza Casimiro García Abadillo la impostura de Fernández Bermejo refaccionando el chiringuito que ahora ocupa a un coste de 45 millones de las viejas pelas. Su previa ocupante y correligionaria, señora Trujillo, se marca un tanto criticándole. La recordamos a su vez promocionando viviendas oficiales destinadas a la plebe, de 40 metros cuadrados; gaffe que le derramó una montaña de críticas.

Por lo visto algo aprendió; aunque en su momento no hubo autocrítica alguna (actitud propia de nuestra oligarquía funcionarial).

En cambio García Abadillo sigue con la retraca de su odio a la falsa humildad de las izquierdas; espartanas cuando no alcanzan el poder, opulentas luego.

Mire usted; cualquier funcionario sea de izquierda o derechas debe observar ascetismo y humildad en sus dispendios. Con el dinero público se acometen con frecuencia abusos que rozan la ilegalidad sin alcanzarla, dando de lleno en el corazón de la ética y en las arcas del presupuesto oficial.

El amor por el boato es una cuestión personal, no de tendencia política. Ahí lo tenéis a Sarkozy, como ejemplo de lo que se debe evitar para no perder puntos en el ranking de la popularidad o el de los votos.

Otra [supuesta] gaffe monumental es la búsqueda de tensión por parte de ZP, propósito filtrado desde un plató en circunstancia off the record.

O sea, perfectamente ilegal o cuando menos torticera.
En época electoral crecen las tensiones. Es natural que desde el actual escenario, más encrespado que otros por diversos fallos de fábrica a varias bandas, se lancen rayos y truenos

ZP no es el único candidato en procurarla. El señor Rajoy tampoco se corta evitándola, pese a que sus amiguitos de la COPE y Libertad Digital o El Mundo le abrevien parte de la faena.

Otro asunto candente es el de la huelga de los enseñantes en Catalunya. Sobre las 11 de la mañana se registraba un seguimiento del 90%.

Los maestros y profesores tienen razones varias para acompañar esta huelga. He desarrollado parte de ellas en otros artículos, pero hay muchas más.

Para sancionar un nuevo plan educativo ante años de limbo, es imprescindible el debate apasionado. No importa tanto que sea largo y vuelen los trastos, como adecuado, ante esta gravísima crisis cultural, en principio superable a pie de escuela e instituto si fijamos las bases correctas.

El señor Ernest Maragall se niega a debatir con los sindicatos el texto de la nueva Ley Educativa. La suya es una actitud propia de la arrogancia en estos funcionarios.

Si ellos observaron concupiscencia ante el estado de cosas, parece lógico que resistan cambiar el paso.

Toca a los enseñantes de todas las esferas intervenir en los centros y fuera de los mismos, aportando su experiencia y promoviendo el cambio. En las últimas temporadas cunde el desánimo, hasta el punto que muchos se remiten a preparar sus clases, o examinar y evaluar sin leer un sólo texto que exceda el programa. Se pretexta la falta de tiempo oxigenando el intelecto, en vez de admitir el desánimo que les contagia el grueso de una sociedad poco interesada en cultivarse.

Los milagros no existen en política ni en la educación. Sólo cuenta el esfuerzo y el debate activo.
Ahora toca espabilar en este campo si queremos cambiar las tornas.

Al respecto, los sindicatos constituyen órganos de representación imprescindibles y se les debe prestar suma atención, mientras sus bases permanezcan activas.
El seguimiento masivo de la huelga indica grosso modo esto último; aunque debamos matizar el grado de autoridad que realmente acreditan sus dirigentes.

Es por ello que, buena parte de los que hoy paran obran siguiendo criterios propios y diversos.
El síntoma de malestar generalizado desde tiempo atrás reconoce más motivos que el enunciado antifranquismo sindical o la cerrada resistencia ante alguna forma de privatización. La pasividad social de muchos padres ante la educación de hijos por quienes ellos mismos poco y nada fomentaron en materia de cultura, diálogo y atención, es otro de los aspectos que debe contar en la polémica que preceda a la sanción final del nou Estatut Educatiu. Pues con alarmante frecuencia se culpabiliza del fracaso escolar de muchos niños y jóvenes a los enseñantes; en vez de resaltar el hecho de que nada ni nadie puede cambiar un mal soporte familiar y su falta de estímulos.
Decisivos en el posterior aprendizaje escolar.
De no mediar el crucial factor de esta creciente dejación familiar, nuestros funcionarios serían otros.
También la sociedad.

De nuevo las superestructuras dependen de la estructura. Y lo que falla es justamente la estructura social; factor del que dependen la política, la educación, y en el fondo el auténtico patrimonio humano de un país, de cara al progreso.






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