De no
estar inmersos en el drama europeo, sujetos a la moneda asimétrica y
la prioridad constitucional de primar el déficit exterior, por sobre
otra cuestión interna (gentileza del PP y el PSOE), ya hubiéramos
pulverizado este espantoso gobierno que padecemos, pródigo en miserias y
corrupción.
Merkel y Bruselas respaldan al obediente Rajoy, cada vez más semejante a un enterrador
en genio y figura. El repaso al arco opositor, de derecha a izquierda,
pasando por el centro, nos sumerge en programas de tibia resistencia.
Lo más cercano a una rebelión, sin llegar a serlo, lo manifiesta el
programa de Izquierda Unida, igualmente contaminada de un europeísmo
redentor, imposible en perspectiva, y no por exclusiva responsabilidad
de Alemania. Nuestros males nos condenan.
El virus de la dependencia
pervive en nosotros desde el final de la Guerra Civil, y el comienzo de
otra, emprendida por el franquismo contra cualquier asomo de rebeldía o
pensamiento social independiente. La Transición ha convalidado el
método, adaptándolo a la unión subordinada con la Europa próspera. De
aquellos polvos salen estos lodos. Las élites políticas en España son
timoratas, en gran medida cavernarias y, encima temerosas de Dios. De
ahí la fuerza cerril del clero local, anclado en los años´40. Si bien la
larga siesta de la sociedad civil se la llevó el huracán de la crisis,
fallan la cultura previa y la abrumadora desindustrialización del
territorio.
El elevado paro, insólito en proporción, resume ambas
condicionantes. Que la inmensa mayoría de los ciudadanos no rebase los
200 términos y frases de uso cotidiano, desvela esta indigencia. Quizá
el área de la sanidad haya generado los mejores profesionales del
continente debido a su pujanza, pero ahora mismo va camino de la
destrucción.
Una esperanzadora franja emergente de manifiesta
vitalidad, es hoy la protesta social, creativa y emocionante, sin que
aún pueda consolidar una nueva élite dirigente por falta de tiempo,
mientras las exigencias de Bruselas siguen adelante, destrozando
elementales conquistas sociales del pasado, en tanto pobreza e indigencia se
multiplican hasta límites grotescos.
La emergente extrema derecha en
Grecia, coincide con movimientos semejantes en Hungría, o los países
nórdicos. Parece contradictorio, y no lo es. Desde la miseria o la
opulencia de exclusión, la deriva europea amenaza enfilar hacia
regímenes de este tipo. Sin llegar de momento a esos extremos, Aznar y
Esperanza Aguirre vienen a ser una avanzada local en tal sentido; si
bien el PP y Rajoy se bastan solos por ahora, haciendo el trabajo sucio.
En verdad, roto el acuerdo de desarrollo implementado en la
posguerra, la mugre económica, política y social se desarrolla sin
aflojar un tranco en los territorios de la Europa occidental. El modelo
alemán no es una excepción, con sus minijobs, la tremenda desprotección
social , y una progresiva decadencia económica que se acentuará muy
pronto, afectando todavía más a una periferia que integramos.
Sería
por ello saludable volver a la nación con mayúscula, poniendo punto
final al vasallaje, tras expulsar a nuestros vasallos.
A estas alturas de atrocidades impartidas y aceptadas, tan manifiestas y recurrentes, no vislumbro otra solución.
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