España
vive hoy un cierto estado asambleario. Se aprecia en las calles y los
hogares, sin que los medios reflejen su potencia, más que lejanamente.
No existen aún formas de organización política unificadoras del repudio
que merecen los dos grandes partidos que gobernaron este país los últimos
29 años; en especial el PP, una formación de base no democrática
conformada por autoritarias baronías, y una verticalidad cuartelera de la que es claro responsable histórico José María Aznar.
La presunción de inocencia que presupone cualquier fallo judicial, es
precedida por una masiva condena moral en relación con el Gobierno, su
Partido y las tramas Gürtel, con el agregado de un personaje como
Bárcenas, continuador de la tradición impuesta por otros ex tesoreros,
administrando las coimas y onerosas corruptelas desde las que se
financiaban el Partido, y muchas cuentas bancarias de sucesivos equipos
dirigentes.
Este concepto saqueador y logrero, continúa en la
actualidad. A la estrategia criminal de miseria popular y recortes, la
empareja el prepotente blindaje de prebendas y sobresueldos. Es una
tradición envenenada que hoy acentúa el marcado contraste entre pobres y
ricos, o acomodados
De hecho la estructura, favorecida por leyes
electorales y partidarias, es mafiosa. Por esa razón, el arco
funcionarial, desde congresistas hasta alcaldes y etc, guarda fidelidad
al señor Rajoy y su espantoso equipo de mentirosos, estafadores e
incompetentes, disfrutando el breve instante de una mayoría absoluta de
votos ya caducada.
Obran inmunes al clamoroso repudio ciudadano,
negándolo de hecho o empleando la represión, contra ese estado asambleario que
avanza, ganando porciones del territorio nacional.
La postración de
PSOE acompaña esa siesta de las cumbres, malsana y suicida. En el
fondo, Rubalcaba y su gente autorizan el abrumador descrédito de la
mafia rival, ganando tiempo en espera de que su estimación de voto
crezca. Estéril propósito, fruto de la memoria colectiva tras la
capitulación del Gobierno Zapatero, unida a la complicidad objetiva del
sucesor partidario y ex cerebro gris con el PP y esta política social feroz,
sometida a los dictados de los que mandan en la Eurozona.
El
constante auxilio que prestan PP y PSOE a la Corona en el caso
Urdangarín es otra muestra del temor que embarga a estamentos
acostumbrados a la pública pasividad tras el voto, con la mansa
aceptación de instituciones impuestas por el viejo régimen. Así fue en
el pasado reciente y distante apenas dos años, que la crisis, el paro,
los desahucios, la desprotección social y la miseria de amplias franjas
de la población, han trastocado absolutamente.
Hoy, muy pocos españoles se fían de sus políticos y la realeza heredada.
Aquellos que se alarman, preocupados por la salud democrática de la
nación, debieran reflexionar sobre la que nos condujo a este pandemonio.
Ha bastado un tsunami para que el andamiaje edificado en la
Transición se desplomase como castillo de naipes, desnudando las entrañas de un país poco cultivado y muy vulnerable. Carente por ende de robusto
tejido industrial, con el agro maltrecho y sin élites dirigentes
honestas y emprendedoras.
El presente estado asambleario, de reflejos sectoriales o marchas unificadas, plantea
embrionariamente estas deficiencias estructurales, sin abordar aún, es
cierto, la fase organizativa. Quizá tarde en eclosionar y, hasta es
probable que, de hacerlo, precise fundirse a los griegos, portugueses,
italianos e irlandeses, que también discuten y se manifiestan con vigor,
alzándose contra el sueño imperial y financiero, de quienes conducen
este degradado continente a la noche de los tiempos.
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