MARIANO RAJOY BREY DIALOGANDO CON SU AGRANDADA BECARIA
La
"Presunción de inocencia" bailotea en todas las Pseudo polémicas de hoy
en España. Hasta tanto no se expidan los jueces, aquellos culpables
evidentes de crímenes, sólo merecen una condena moral que incluya la
mentada presunción. Así lo establecen la Constitución y el Estado de
Derecho.
Empero y sin transgredir la norma, será posible equiparar en teoría a dos personajes,
hoy en el centro de la polémica; uno en proceso judicial, el otro,
aguardando lo que traerá, tarde o temprano el fallo de la Historia.
José Bretón y Mariano Rajoy son dos presuntos del tenor. Uno, acusado
de asesinar a sus dos hijos pequeños; el otro por condenar a la miseria,
la enfermedad, la desatención sanitaria y la muerte, a cientos de miles
de ciudadanos de este país.
Anoche, "La Sexta" repitió el espacio
del viernes sobre la pulverización de una ley, la de Dependencia,
sancionada por Zapatero, dotando de asistencia a minusválidos, ancianos
enfermos, e impedidos de todos los géneros y edades, condenándoles a la
extinción.
Las imágenes y casos del reportaje eran conmovedoras y elocuentes.
El destino de los pensionistas bajo mínimos, ya está amenazado por la
"revisión" de las prestaciones, reclamada por Bruselas. Los que fueron
estafados por las "Preferentes", de edades avanzadas, son las otras
víctimas que, junto a las de los desahucios y el paro (gracias a la
Reforma Laboral), ven amenazada la supervivencia.
Si hay un
responsable de estas muertes, efectivas o en camino, es el jefe del este
Ejecutivo, secundado por sus secuaces de Gabinete y aparato, los
miembros del legislativo, y algunos jueces complacientes, amén de otros
círculos mafiosos.
Son notables las coincidencias psíquicas entre Bretón y Rajoy.
Ambos son espiritus frios, arrogantes e inexpresivos, dueños de un
fuerte autocontrol. Asimismo, niegan responsabilidad alguna sobre
aquello de lo que se les acusa.
El primero, ejecutor del doble
crimen por mano propia. El otro, responsable de un criminal
incumplimiento liso y llano, del programa por el que fue votado, y las
nefastas consecuencias del que aplica ni bien pisó La Moncloa.
La
contumacia se completa esquivando la evidente complicidad con Los
Bárcenas y Correas, la Trama Gürtel, y una práctica continuada de
sobresueldos millonarios, en los que justamente el señor Rajoy aparece
como mayor beneficiado.
Las diferencias, todo hay que decirlo (¡faltaría más!), separan a Bretón y Rajoy en la magnitud del daño perpetrado.
El primero, miembro de la sociedad civil, actuó sin cómplices. Todo
surgió de su desvarío criminal y el deseo de venganza hacia su ex mujer.
En cambio, el actual Presidente español representa a una
corporación de tradición mafiosa enlazada a cajas y bancos, cuyas
cúpulas han venido beneficiándose de la política para forrarse, desde
las épocas del hoy ninguneado y paranoico señor Aznar; sin que la crisis
económica y social sofrene esta sed irrefrenable de dinero y poder.
Diré que personalmente no tengo el disgusto de conocer en persona a
estos dos señores. Sólo a través de la prensa y los medios, o el plasma
en el caso de Rajoy, he podido estudiar acentos y gestualidad. Aunque
informado sobre la vida y obra de cada uno, ambos me parecen sujetos
poco recomendables.
De momento, el presunto el asesino que juzga un Tribunal Popular recibirá la condena que se merece.
Para el otro presunto, hoy imperturbable discurseando donde se siente
protegido por acólitos y secuaces, quizá el castigo demore en llegar.
Pero a diferencia del crimen puntual, comporta el monstruoso flagelo
que muchos ciudadanos padecemos en nuestras carnes desde que llegaron él
y su partida de caza para hundir este país en nombre del Reich Alemán y
el poder financiero universal, valiéndose de una mayoría absoluta
menguante, y sólo existente en las formas, de lo que significa una gran
estafa política y moral.
Lo que dicen las calles y se cuece desde
las familias o centros de trabajo, en las colas del paro y bajo los
puentes, basta y sobra para condenarle moralmente. A él y sus cómplices,
de todas las esferas y ámbitos.
Para la opinión pública, la
presunción de inocencia no siempre está sujeta a resoluciones
judiciales, y menos cuando los límites de la paciencia ante este
destrozo monumental se cruzan raudos, ante el fantasma cada vez más
corpóreo de la miseria colectiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario