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viernes, 14 de junio de 2013

EL PINGÜE NEGOCIO DE LA POLÍTICA

                   
 Rubalcaba y Rajoy ayer, celebrando amplias complicidades.


El caso de España resume el más escandaloso fraude postelectoral, agravado por la monumental corrupción del PP, afectando a buena porción de sus actuales barones, y los del pasado reciente. 

Baste recordar la más o menos reciente aseveración del jefe del Ejecutivo, estimando que "los políticos perdían dinero en relación con previas labores del ámbito privado", para entender la Trama Gürtel, los papeles de Bárcenas y los sonados pucherazos de Valencia, Baleares y Madrid. Vendrían a ser los sobresueldos y múltiples negocios sucios con empresarios del tenor, una singular corrección del desequilibrio apuntado por el señor Rajoy. 

Lo mismo puede decirse del enriquecimiento escandaloso de la familia Pujol, el Caso Palau y el corrosivo interior de CiU, la coalición del 3% en las adjudicaciones a dedo, durante décadas de nacionalismo pesebrero, sin dejar indemne a la Casa Real, con su absurda opacidad, en vista de los resultados que arrojan el affaire Urdangarín y otras miserias.
Menos complicado por saqueos menores, el PSOE acredita su negra historia reciente en Andalucía y las tribulaciones judiciales de José Blanco, mano derecha de Zapatero. Sin la infame capitulación del penúltimo presidente español, no padeceríamos al más reciente; mimado hasta las heces por su gastado lugarteniente, señor Rubalcaba.
El encapsulamiento legal de los dos grandes partidos emergentes de la Transición han fabricado mafias de aventajados logreros durante los últimos 35 años. Antes se notaba menos. Ahora, en medio de esta crisis económica bestial y un paro que bate marcas, es cuando la sociedad civil, golpeada por la miseria y la creciente destrucción de derechos elementales, se enfrenta dramáticamente a los demonios que prohijó el voto puntual a listas cerradas, acompañado de la fatal mansedumbre política.
A merced de un Gobierno fraudulento y despótico, entrampados en el Euro y la voracidad acreedora de Alemania & cía, y sin recambio político a la vista, el invierno de la desgracia no admite otra cosa que el sinceramiento ciudadano. Elemental para el posterior ajuste de cuentas con timadores y falsarios. 
El desarrollo de la protesta sectorial-ya lo dije muchas veces- no debe quedar en justos reclamos. Sólo la organización política y la disputa del poder, volcando en el combate toda la energía social, conseguirá encender la luz, entre tanta sombra.

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