Se
puede analizar la realidad desde un prisma objetivo e incluso manifestar
rebeldía. Pero lo esencial comunicando ideas, es poner el sentimiento
llegando al corazón de la gente.
Analistas, jueces, profesores,
literatos y comentaristas, e incluso políticos tenemos, varios y
buenos. También acreditamos en España investigadores sanos y valerosos.
Sin ellos, la corrupcioón generalizada
en las cumbres permanecería en la sombra. Pero nos faltan líderes. No
falsos amigos como el señor Revilla. Hablo de gente que ponga el alma,
no la campechanía de taberna en aquello que acometa o proponga,
pulverizando la cháchara y el panfleto de los asnos y alquilones.
¿Tan difícil es despertar la sonrisa y el fervor de nuestra gente. De
los jóvenes y viejos sin futuro, de las mujeres y gentes de toda edad,
que mastican la rabia del paro, la pensión de mierda -cuándo existe-, o
las habichuelas de las organizaciones de caridad?
¿De los estafados,
desahuciados y abandonados a su suerte por la ola de crueldad que se
abate sobre los que hoy heredan aquella pobreza, rebelde y olvidada de
1936/39, durante tantos años?
Cuando digo que precisamos líderes, me
refiero a ejemplares de temple en los que se reflejen los deseos de
justicia largamente incubados desde el cuerpo y el alma de los
habitantes dignos; que siempre fueron y son la enorme mayoría.
No es
ésta es una cuestión profesoral, académica o periodística. No. Va más
allá, representando las ansias irrefrenables de transmitir con capacidad
de decisión ese rotundo e inapelable ¡Basta!, necesario para terminar
con tanta infamia y degradación social. Causada, sabemos bien, por
degradados e infames que hicieron del poder, la prepotencia, el dinero y
la explotación del prójimo la meta de sus vidas, a costa de las vidas
nuestras.
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