Hitler ayudó al Franco triunfante en la Guerra Civil. Angela Merkel lo hace con Rajoy en esta otra guerra.
¿Está
dispuesta la sociedad española a aceptar, mansamente o no, los
draconianos recortes de este gobierno, plenamente desligitimado en las
calles y plazas?
La estrategia del mismo pasa por aferrarse con
pezuñas y colmillos a las órdenes de Berlín y Bruselas, representantes
de esta Europa criminal de exclusión social. Por esa razón Rajoy
desembarca tan seguido por aquellos pagos,
donde se le entiende mucho más que en éstos. El concepto machacón de
"hacer los deberes" ha calado en sectores privilegiados, u otros que aún
cuentan con empleos relativamente bien remunerados. Es la base de votos
real que sostiene el tinglado del PP, cifrado en un esquivo 30%,
alejado de la breve gloria de ayer, cuando prometían lo inverso de lo
realizado en los últimos diecisiete meses.
El visible retorno al
Estado clerical y la justificación del franquismo en el combate mórbido contra
el "terror rojo" de la República y sus residuos en la posguerra,
despunta como lógico, frente al destrozo social perpetrado en el
presente. En ambos escenarios, imperaba el contraste entre riqueza de unos pocos y pobreza generalizada
Viene a echar el revival, el cerrojo a una política de Estado que se
reclama genuina, enmascarando en vano sumisiones imposibles de
justificar.
La España de Franco era un país empobrecido y
aterrorizado, además de vasallo, y dependiente de cambiantes alianzas,
primero con los nazis, luego con sus vencedores. Hoy la vieja
dependencia, afincada en el fallido de un territorio sin industrias de
punta y agro agonizante, vuelve a centrarse en el Reich alemán de la
señora Merkel y su voracidad acreedora.
Dicha política cuenta con
el respaldo del PSOE. Basta escuchar a Joaquín Almunia para entender,
hasta qué extremo el PP y la socialdemocracia se unen en la obediencia y
los "deberes". La deuda exterior publica y privada, sujeta al Euro lo
reclaman, pese a que cada vez se alzan más voces exigiendo una ruptura.
Empero, la inserción en esta Europa decadente y atada al carro de un
imperio es de larga data. En consecuencia, el cabestreo de este
percherón, cabizbajo y con anteojeras, prosigue su marcha hacia el
precipicio, sin que aparezca la élite de pensamiento independiente, que
invierta la ruta, fundando otra nación. No la que heredamos de la
derrota en el ´39. Sin ser exactamente aquella, a la misma volvemos por
la vía de una miseria creciente, atados de pies y manos por una clase
política que hizo del patriotismo un estropajo, ventilado con arrogancia
en estos tristes días por la vengonzante "Marca España".
Como dice la estrofa del tango: "Es el pasado que vuelve..."
De momento es así.
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