Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 29 de junio de 2013

NOSOTROS Y EL MUNDO


  Auguste Rodin inmortalizó en el bronce la reflexión. Una disciplina necesaria para entender la vida y el mundo como parte de nuestra propia naturaleza.


Las formas de ver la sociedad y actuar en su seno es lo que nos retrata de cuerpo entero. No siempre están conectadas al mundo, y eso también define los precisos contornos del retrato. 

De una forma u otra estamos conectados a los 9.000 millones de almas y cuerpos que nacen y mueren cada día en el planeta, en estos duros inicios del siglo XXI, haciendo que la suma supere a la resta. 

Así fue y será, a pasar de las guerras, crisis y devastaciones que nuestros pleitos propios y los que mantenemos con la Naturaleza (cada vez más amenazada), deparen cada día a la marcha de la civilización.
En el presente, el retroceso en niveles de vida y conquistas sociales es palmario en Europa. En contraposición, emergen gigantes antes sometidos a nuestro progreso y poco tenidos en cuenta, salvo como proveedores de materias primas. 
Hablo de China, Brasil, La India, y gran parte de América Latina y Asia. El problema radica en que, el capitalismo en su versión actual revela en ciertas áreas del planeta, que las fuerzas productivas ya no pueden ser contenidas por la antigua forma de producir y distribuir. 
El retroceso deviene de esta imposibilidad. De ahí que se imponga la precariedad laboral y de consumo, barriendo el previo Estado de Bienestar en nuestro viejo Continente, empezando por la propia Alemania, aunque sea la zona sur aquella que patentiza el retroceso humano, social y político.
La clave de la futura supervivencia de Europa y cualquier franja planetaria más o menos desarrollada, radicará en un mejor reparto en todos los órdenes. 
Es la dirección opuesta a la actual polarización entre riqueza y pobreza, determinada por el imperio de las finanzas, contra el de la producción y distribución. ¿Es sensato que Carlos Slim sea uno de los magnates más ricos del orbe y México, su país, uno de los más pobres y socialmente desquiciados por el crimen y la corrupción? ¿O que el español Amancio Ortega salga de otro paraíso por el estilo? La brutal marginalización de Grecia señala sin ambages la ruta próxima de Portugal, Italia, Irlanda, España e Italia.
Mientras caemos en picada, en Brasil sus ciudadanos demandan la aceleración de progreso y la mejoría de los espacios públicos de gestión y asistencia. No ver que todo el mundo tiene derecho a una vida mejor y que buena parte del mismo se manifiesta en tal sentido conmoviendo formas tradicionales de gobernar, es síntoma de interesada miopía. 
Desde luego, no habrá progreso en la medida que los ciudadanos de cada país no luchen a brazo partido por conquistarlo. Siempre fue así, y lo continuará siendo en adelante.
A España le toca volver a la nación equilibrada en sus factores productivos. Significa liquidar la corrupción pública y privada, enfrentando la crisis europea mirando nuestros intereses, no los de Alemania, los pulpos financieros o las trasnacionales que evaden tributos en los paraísos fiscales.
A todos ellos les interesa disponer de gobiernos corruptos a la carta. Cuánto más lo sean, mayor será el sometimiento al Euro, y a esta perversa deriva de la UE con tal de conservar y aumentar sus bienes, en detrimento de la mayoría de sus ciudadanos
El Caso Bárcenas es uno de tantos en el ruinoso y brutal presente capitalista. 
Los lazos entre los grandes empresarios y políticos con poder de decisión han operado siempre, aquí y por doquier. Que el acelerado empobrecimiento de la población haya facilitado el destape no frena en sí mismo la insaciable operatividad de un sistema entregado al enriquecimiento fácil, desdeñando la producción de bienes y el consumo popular.
Lo único que podrá remediar el expolio y la mayor desprotección social a manos de los mafiosos de turno, será una nueva forma de crear riqueza a través del esfuerzo y, sobre todo de repartirla equitativamente, actualizando la forma de ver la sociedad y el mundo, corrigiendo por ende nuestra manera de ver la vida, y actuar responsablemente en ella.

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