"La decisión de la Generalitat Valenciana, en manos del Partido Popular y su barón regional, Francisco Camps, rezuma infamia".
Me lo decía hoy con toda razón mi amiga María Rosa P.; arqueóloga, educadora y luchadora social de toda la vida.
En su ansia por boicotear la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos ha resuelto -a través de su conseller d´Educació, Alejandro Font de Mora- impartirla en los colegios secundarios en inglés.
A tal fin convocó a profesores de Geografía, Historia y Filosofía que a su vez dominen la lengua de Shakespeare, resolviendo, ante la comprensible falta de personal que reuna idoneidad en las materias y el idioma, tan luego se incorporen dos educadores en las respectivas disciplinas, impartiendo la nueva asignatura en la misma aula...y a la misma hora.
De esta forma y según los genios del PP local, la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, se vería neutralizada...
La operación boicot del PP se extendió a las comunidades que controla su tropa, remitiéndose a una pretendida "objeción de conciencia" y otras medidas ilegales de signo reaccionario.
Pero lo de Valencia -perpetrado a un coste que oscila entre el 1,6 millón de euros y los 3,2- comporta una infamia mayor, desvelando a su vez el grado de respeto que esta formación política acredita por la legalidad, la enseñanza y el dinero de los contribuyentes.
La torcida interpretación que Camps, Font de Mora & cía, hacen de una ley votada por mayoría en el Parlamento, se corresponde con este pandemónium canallesco, donde los profesores no enseñan ni los alumnos aprenden.
La dignidad de unos y otros yacerá pues, pisoteada por gente ajena a la cultura verdadera; políticos de medio pelo con sueldos estratosféricos, empeñados en burlar al enemigo a un coste millonario, que no saldrá de sus bolsillos.
Desde este espacio no trepido en criticar las inoperancias de la administración socialista en este campo. Las percibo a diario en Catalunya y, por cierto no son leves; aunque al lado de esta sórdida maquinación, nada de lo que se hizo antes y se hace ahora con tan poco merecimiento puede ser peor.
Lo de Valencia supera con holgura cualquier desmán o incompetencia que se realice en esta esfera; vital para el progreso de una sociedad organizada y su Estado de derecho.
En realidad, el dislate forma parte de una brutal estrategia dirigida a entorpecer el aprendizaje, matando el tiempo, para que nuestros jóvenes adolescentes sean tan burros y agresivos en el futuro, como los encopetados y maduros funcionarios que la imponen hoy.
Viene a ser la de ellos, una suerte de siembra preventiva en el terreno fértil de los que se están formando; con tal de que mañana, a más de votarles, administren luego la tabernaria zafiedad que impone la ley de la selva, por sobre la formación democrática y los derechos humanos.
En 30 años de democracia ningún ministro o Presidente comarcal se atrevió a degradar el concepto de enseñar y aprender como estos zotes desde la tierra del sol y los naranjales.
Sin la perversa gentuza al comando de semejante operativo, las naranjas brillarían más bajo el sol levantino.
Saborearlas después de cualquier aprendizaje verdadero en las aulas, sabría mejor.
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