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jueves, 11 de septiembre de 2008

EL CAMIONERO HUGO MOYANO, UN MODELO GANSTERIL AL COMANDO DE LA CGT ARGENTINA


Recojo en el siguiente post la expresiva instantánea que pinta entero al gorila Hugo Moyano, del diario Página 12.

En el ejemplar de hoy se publican y comentan parte de sus declaraciones, realizadas el 10/9, sobre el asesinato del metalúrgico José Ignacio Rucci, secretario de la CGT ultimado -según contó Mario Firmenich(¡vaya pieza!)- por un comando montonero cuando abandonaba la vivienda de una de sus amantes.
Rucci era de lo peor; el sirviente de Perón que le extendió su paraguas, cuando en plena llovizna el anciano líder pisó suelo argentino tras 18 años de exilio, en una instantánea que dio la vuelta al mundo.

La servidumbre de los de su especie se extendía a otras mañas más violentas con los militantes obreros de izquierda, o los que sencillamente lucharan por sus derechos. El oficioso burócrata, que había sido comunista en su adolescencia, abrazó el peronismo sindical y enfrentó a sus antiguos camaradas desde el poderoso gremio del metal, dominante entonces.

En el sendero de una carrera rápida escaló posiciones en los años ´60, y una vez asesinado Agusto Vandor (alias El Lobo), máximo dirigente -enfrentado a trancas y barrancas con Perón desde 1965-, por un misterioso comando en su guarida, el tenaz y menudo Rucci mejoró su performance, hasta el punto de ser elegido jefe de la entonces poderosa Confederación General del Trabajo (CGT).

Opuesto a Héctor Cámpora y la juventud peronista de izquierdas, su vida terminó cuando Perón, a corta distancia de culminar la suya, retomaba plenamente el poder.

El violento exit de Rucci fue una advertencia de los Montoneros dirigida al jefe supremo, precipitando el efecto contrario. El régimen endureció su trato con los jóvenes izquierdistas del peronismo, mientras el siniestro López Rega y las Tres A acribillaban falsos peronistas...de Perón.
Acelerando el drama austral y la precarización de su democracia, la escabechina se extendió hasta ciertas gobernaciones consideradas zurdas, entre ellas las de Córdoba y Buenos Aires.

Tras promover la dimisión de algunos diputados jóvenes en el Congreso y expulsar a otros de la legendaria Plaza de Mayo, Perón aceleró su mutis por el foro, cediendo el poder a la iletrada Isabelita y su mucamo fascista.
Lo demás es conocido, culminando el 24 de marzo de 1976 con el útimo golpe militar triunfante en la Argentina.

Ahora, que por fin se juzga a los matarifes de uniforme y sus sicarios, responsables de las horrendas masacres perpetradas contra 30.000 argentinos, sale Hugo Moyano a reavivar la inaudita paridad entre estos monstruos que prohijaron las tres armas (Ejército, Armada y Aeronáutica) ejerciendo el despotismo desde la cúpula del Estado, con los terroristas que liquidaron a un reconocido gánster sindical del viejo peronismo.

No es que yo exima a los Montoneros o el ERP de sus crímenes y provocaciones, pero la sugestiva reacción de Hugo Moyano se produce ante la detención y encausamiento de represores con grado militar o policial que operaban en nombre del Estado, sin legitimidad alguna.

Aclaro que en las tradiciones del sindicalismo peronista -sobre todo en las del gremio metalúrgico, y ahora en el de transportistas, al que Moyano pertenece- se acreditan fraternos vínculos con militares y teóricos fascistas de la ultraderecha criolla.

Con la vista clavada en la fortuna y el poder, los pragmáticos Kirchner no hicieron asco a estos méritos. Es por eso que tanto Moyano como el fideero, confeso ladrón y millonario Barrionuevo (o los piqueteros domesticados de Delía y un sector de las Madres de Plaza de Mayo) son piezas que los inquilinos de la Casa Rosada siguen utilizando en sus variopintos tejemanejes.

Antaño, los ejemplares de su estirpe nutrían las bandas armadas que, con o sin militares al frente, limpiaban las fábricas y gremios de agitadores molestos.
Ahora, sin las grandes fábricas que ignora el modelo de desarrollo posmenemista, ni militares que hagan su voluntad y les permitan enriquecerse, los molestos agitadores no son una amenaza para el sistema. Igualmente, las ideas existen y a Moyano le molestan, pues conducen a escarbar en un pasado del que fue cómplice, y de un presente inquietante que el matrimonio gobernante ya no garantiza.

De ahí que a este vociferante gorila, apuntado a la estrategia opositora que ensaya desde la derecha peronista el ex Presidente Eduardo Duhalde, no se le ocurra escarbar en las matanzas de gremialistas rebeldes durante la última dictadura, y en cambio exija mano dura para quienes asesinaron a sus hermanos de leche; entre los que destaca su tan llorado Rucci, representante del antiguo esplendor y sus corruptelas.

Moyano, en nombre de propios fantasmas- y las empresas de transporte que posee- torna a reavivar la vieja tradición; aquella que sintetizaba la antigua consigna de "¡Ni yanquis ni marxistas: peronistas!

Hoy, los mencionados están de capa caída. Los primeros, por la crisis económica y militar que los agobia; los segundos por el desplome del comunismo y su retroceso en el planeta; y los terceros merced a su constante división, acentuada por los incesantes fracasos desde el poder.

Con todo, al encumbrado mafioso de esta CGT decadente y de escaso fuelle, le sobran arrestos para resucitar la consigna; añorando quizá a los dadivosos militares golpistas y los meritorios sicariatos de tiempos que no volverán.

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