En su edición de hoy el diario oficialista Público, sostiene que "el Gobierno contenta a quienes piden mano dura", refiriéndose a una reforma del Código Penal que preve "hasta 20 años de libertad vigilada tras la cárcel, para terroristas y pederastas".
O sea que, nuestros impuestos, el fruto del trabajo común recaudado por medios directos e indirectos, además de sufragar la incompetencia contumaz de muchos hombres públicos, deberán supervisar la libertad vigilada de asesinos y violadores, destinando a los agentes del orden tareas que se restan a la persecución de nuevos crímenes y delitos.
Nuestras gotas de sudor ganando el pan son mal recompensadas desde las altas esferas, dónde se supone, representan a quienes les pagamos el sueldo.
Unas y otras víctimas de estos delincuentes a los que se prevee vigilar, padecieron asesinato, o graves secuelas físicas y psíquicas en su sobre vida. A unos y otros se debe honrar in memoriam o auxiliar por todos los medios posibles, no a deshonrarlos o protegerlos de los que salieron del trullo (y nunca debieron abandonarlo con tanta liviandad), en aras de la seguridad ciudadana.
En términos económicos y de seguridad, nos cuesta más e insume mayores riesgos la sostenida vigilia (¡por 20 años!) de estos peligrosísimos inadaptados, que los muros de una cárcel.
El dramático caso de Mariluz y la dejación judicial para con su asesino mueve a una reflexión más profunda que la ofrecida por los 1.500 euros de multa impuestos al juez que no cumplió con su previa detención, según lo dispuesto mucho antes por causa de sus delitos sexuales y atentados contra la infancia.
El que a la multa no la acompañe su fulminante destitución al cargo desvela la profunda descomposición, pletórica de espíritu de cuerpo y amaños, que se abate sobre el Poder Judicial en este país.
Si los jueces del CGPJ (Consejo General del Poder Judicial) son designados mediante pactos y consensos de naturaleza política, más propios del fair play deportivo que de una legislación seria, poco se podrá esperar del fiel de la balanza.
Seguirá desbalanceado, mientras el valiente Jesús Neira agoniza, y el combativo Juan José Cortez -padre de la pequeña que una tarde salió a comprar golosinas y se dio de bruces contra una bestia que nuestra "justicia" había olvidado enjaular- ejemplifican esa España digna; la misma que las corporaciones olvidan y los restantes poderes niegan con vocación suicida una y otra vez...
El comportamieto de ambas familias (la de Neira y Mariluz) resume lo mejor de nuestra tierra. Han transformado el dolor propio en protesta ciudadana de gran calado contra este estado de cosas.
Siendo un objetivo estímulo para todos, a ellas me sumo de todo corazón.
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