Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 16 de septiembre de 2007

MI AMIGO. MI HERMANO

En la hechura de una obra operan factores diversos. Al interés y la pasión por realizarla debe agregarse el nada despreciable de la inspiración. Cuando resolví escribir la biografía de Perón, pensé en recuperar el que fue mi país de adopción durante treinta y tres años. Mis constantes lecturas, alimentadas por una espesa bibliografía redondearon el despertar literario de la saga, protagonizada por un ambicioso e inteligente oficial del Ejército criollo.
Hubo entre las lecturas, una que me dio el tono exacto para ensayar el enfoque. El libro en cuestión, se llamaba "Mercante, el Corazón de Perón", redactado por el hijo de quien fue mano derecha del personaje, desde 1942 hasta 1946, ocupando en el siguiente sexenio la gobernación de la Provincia de Buenos Aires.

La lectura que me brindó Domingo Alfredo Mercante fue capital por más de una razón. A un contacto telefónico desde Barcelona, respondió con gran amabilidad y sencillez. Algo emocional estableció desde entonces un diálogo en la cercana distancia, prolongado por mi aterrizaje en Buenos Aires, en Julio de 1999. Entre mi retorno a España y esta breve estancia de 15 días mediaban 18 años. El país, con Menem en el poder, presentaba un trazado social deplorable; de pocos ricos y muchos pobres.
Pero "Tito" Mercante, era el típico argentino gaucho y hospitalario del país previo. Abogado de profesión, ya entonces ejercía como Juez de la Nación. Era de los que innovaban en los fallos, interpretando la ley desde un prisma humano. Colaborador del padre desde muy joven, había padecido cárcel durante año y medio a manos de los que derrocaron a Perón, en octubre de 1955.

"Tito", que durante la breve gestión de Cámpora fue Subsecretario de Interior, ya no era peronista; aunque veneraba la memoria de su padre, conservando un pensamiento político independiente. Se lo permitían su inteligencia y el bagaje cultural que durante tantas décadas acompañó el canon criollo de la ilustración; tan debilitado hoy, a fuerza de crisis y desencuentros de toda especie.
De mis largas charlas con él surgieron nuevas ideas y un claro impulso a mi proyecto. Yo aún no había escrito ni publicado nada; de manera que la corazonada de mi amigo al brindarme su confianza, fue una patriada que, por fortuna, no defraudé.

Él llegó a leer los ensayos que precedieron el primer tomo de la saga (desarrollada entre 1893-1946), y luego el libro. Del segundo alcanzó la culminación, el maquetado y la cubierta, no el tomo en concreto. Llegué tarde en la carrera, y no me tomó de sorpresa. En los últimos tiempos, ya al borde de unos juveniles ochenta años -que son muchos- la salud le fallaba. Dos operaciones preludiaron su adiós.
Le había pedido que prologara el segundo periodo (1946-1955) y no pudo hacerlo. La mala oxigenación cerebral le impedía concentrarse; aunque se mantuviese más o menos firme en el juzgado.
Este gran amigo, el hermano mayor que no tuve y hubiera deseado, fue mi primer lector y consejero. Cuando se enteró de que algunos canallas intentaron robarme ideas o datos históricos, le dio relativa importancia.

"Seguí adelante, Nano (así me llaman mis amigos argentinos), nada ni nadie puede robarte el espíritu."

Tenía razón. Tampoco la muerte puede robarme a este amigo. No sólo porque vive en mi corazón. El aliento de "Tito" Mercante está en todos los renglones de mi obra. En ellos seguirá respirando cuando yo no esté. Que quede claro. Le debo mucho. Y también otros le deben. A pesar de que nadie en periódico alguno escribió el opúsculo que este gran argentino; hombre sencillo y abierto al mundo.
La crisis y la fuga de cerebros, pareja al descalabro económico y la trágica merma educativa han desmemoriado a los argentinos. La última vez que pisé Buenos Aires, "Tito" había partido. En esos días me topé con David Viñas, un gran escritor. Me dijo que malvivía de las clases particulares de literatura y algún que otro artículo en "Pagina 12".
"¿Nigún subsidio?"
"No, querido. Aquí el curriculum de un escritor no vale nada."
"Tito" me decía otro tanto. "Mercante. El Corazón de Perón" me había servido a mí y a unos pocos amantes del testimonio, escrito con el sentimiento en la pluma.
No obstante, me animó a seguir con la obra.
" Es necesaria, Nano. Metéle. Algún día la leerán. Y espero que sea pronto."
Estoy en el tomo III. Te juro, amigo, hermano, que nadie nos detendrá.

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