Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 18 de septiembre de 2007

EL FASCISMO AL DESNUDO

En la mañana, durante mis tempraneros viajes a las comarcas de mi tierra catalana, me acompañan el paisaje de mar o montaña, y la radio. De vez en cuando sintonizo la COPE. Lo de hoy no fue una sorpresa; aunque ahondó la honda brecha que me separa de ciertas voces. Ya he dicho que Jiménez (Losantos) no me gusta. Hablar de pasteleos direccionándolos hacia la intemperancia es como señalar todo el tiempo el abismo. Y a él le placen los abismos. Son el lecho imaginario donde rumia y maquina las pócimas que volcará el siguiente minuto en las orejas de sus oyentes.
No es por cierto, un cojín de plumas. Mandan la estopa y mucha dejación: el almíbar de los espíritus sádicos.

Hoy se ha superado en materia de desinformación. En un instante fatal, sobre las ocho de la mañana, mencionó a "Paracuellos" -pieza maestra de la narrativa en diseño e imágenes- destinándole el cubo de SU basura. De paso, dijo.


"Los que gobiernan recomiendan oficialmente este cómic, que ataca a la Iglesia, mostrando a un cura golpeando a un niño con una vara".


Luego, agregó, con aire experto.


"El dibujo es mediocre. Quien lo hizo quizá no esté vivo".

Deduzco que el autor del necrófilo supuesto, reforzado por la evocación instantánea de la masacre comunista de Paracuellos de Jarama, se educó consumiendo las hazañas de "Roberto Alcázar y Pedrín", junto a las del "Guerrero del Antifaz". De los primeros cogió la ideología. Del segundo el antifaz (el suyo es democrático) y el odio a "los moros".
Haya leído Jiménez o no, los dos álbumes de "Paracuellos"; el juicio es franquista.


En su obra maestra- equiparable a lo mejor del neorrealismo italiano o español (me refiero al de Bardem, Berlanga y Azcona) y el cómic en todas las épocas- Carlos Giménez (con G) narra episodios de su infancia como víctima de los curas y falangistas que manejaban los orfelinatos. Lo que cuenta conmueve a cualquier espíritu. El de Jiménez (con J) no es cualquier espíritu; aunque la sensibilidad permanezca ausente.


En los años de la dictadura de Videla y Massera, escogí desde mi cátedra bonaerense de artes visuales, el ejemplo de "Paracuellos", como testimonio de una época y su desarrollo, a través del Octavo Arte. La narrativa del autor, extraordinaria en diálogos y diseño -absolutamente concordantes y funcionales entre sí en su vigor, dramático y realista- entusiasmaban a mis alumnos. Eran un canto a la libertad, desde la doble prisión del orfelinato y un país asolado por la peor dictadura de su historia.


"Paracuellos" ataca a la Iglesia del franquismo. Se parecía a la sucursal argentina en los años ´70, bendiciendo secuestros y masacres. Al autor de esta obra maestra le cabe más derecho y credibilidad que otros, al padecer en sus carnes la otra cara de los Santos Oficios.

En apariencia, la Iglesia de hoy, asimilada al régimen democrático, poca semejanza guarda con la del franquismo, asociada en carne y rezos al experimento abominable de los antiguos vencedores. Sin embargo, patrocina a alguien que lo añora, sin manifestarlo abiertamente.

"Es un cobarde", dijo hace poco José María García en "La Noria". Quizá. Su añoranza del Caudillo, a menudo elíptica, es un hecho. Seguramente no tuvo la infancia de Carlos Giménez. Tuvo otra. Él sabrá cuál; ya lo he dicho. De paso la imagino. La vieja letra, con o sin sangre, se le hizo carne en el pensamiento. Su época comunista fue preparatoria de lo que hay administra en carácter de taifa radiofónica. Su estilo no se parece al de Lenin o Trotski; que al fin de cuentas eran déspotas ilustrados. Jiménez se mira en el espejo de Stalin. Me refiero al intelecto y la jerga tosca, absolutista y convencional, no a las masacres que los tres creadores de la URSS perpetraron con otros y entre sí.
La temprana víctima que no asume su condición ni la de sus victimarios, acaba victimizando, en una forma u otra al prójimo. Lo dije en otro de mis libros.

Ah, por cierto.

Carlos Giménez está vivo, y colea dibujando y contando, cómo siempre, sus bellas historias; alejadas de la tan mentada "checa", obsesión fonética y conceptual de un personaje que la vive y la transmite con la precisión de un Cu Cu gore, de lunes a viernes, todas las santas mañanas de la COPE.

Sólo, menos mal, hasta el Ángelus...

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