Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

sábado, 15 de septiembre de 2007

EL PEQUEÑO CÉSAR

En la vieja España se retitulaban mal muchas películas extranjeras. El de "Hampa Dorada", rodada en 1930 por Mervin LeRoy, con Edward G. Robinson, correspondía al de "Little Caesar", que bien traducida al español, hubiera sido "El pequeño César".
En el país de hoy los filmes se retitulan mucho mejor, conservando a veces el bautismo original; intraducible en encanto y sonoridad.
La historia del César interpretado por el gran Robinson, era la de un reyezuelo del hampa, destronado al fin del metraje por la ley, tras una solitaria decadencia.

En las mañanas de esta España nuestra, otro pequeño César, mediático y encuadrado en la democracia, gobierna un controvertido espacio en la Cadena Cope. Es otro Jiménez, menos glorioso que el autor de "Platero y Yo", y muchos otros igual apellidados; aunque poderoso en su esfera hertziana. Desde ella gobierna el pelotón de colaboradores con la unción de un viejo maestro de escuela; de esos a los que contradecirle significaba un reglazo en los nudillos.
Luís Herrero y a veces el director del diario "El Mundo"(otra pieza de nuestro nutrido aviario), son los únicos en manifestar alguna disidencia con el poderoso señor.

La técnica empleada por este escritor mediocre y gran provocador de barricada, destila aquella formación bolchevique de la que tanto reniega. Ferviente anticomunista hoy, no reniega de la vieja intemperancia militante que sentenciaba al enemigo. Manifestarse enemigo del colectivismo o el populismo, no garantiza en sí mismo nada. Una muestra de ello es su frente interno, convertido en un virtual bunker, donde la práctica del centralismo democrático, tan caro a Lenin, impide cualquier disidencia. Por eso sus sofocadas tertulias, estando él presente, semejan las tradicionales reuniones de célula conspirativa. El camarada informante y jefe supremo, siempre tiene razón. Nadie puede sacar los pies del plato sazonado con su pensamiento. La imitación o el destierro son las alternativas que ofrece tal organización.

La receta y el condimento servido permanecen invariables, en una serie de conceptos bien remachados, de lunes a viernes desde las 6 de la mañana: "España está rota"; "Nos gobierna la extrema izquierda"; "Los socialistas subieron al gobierno falseando las pruebas del 11M"; "Además de capitular vergonzosamente frente a la ETA, Zapatero nos hizo quedar como unos cobardes al retirar nuestros soldados de Irak", y otra serie de aseveraciones más o menos temerarias; entre las que se cuela algún chascarrillo o broma ingeniosa, que sería útil y hasta constructiva, si no la hiciera él.

A sus amigos del Partido Popular les trata de timoratos y "maricomplejines"; un término que suele administrar entre la ironía y el desprecio. Últimamente introduce algunos gruñidos y onomatopeyas verbales cercanas al comic para reforzar su discurso tabernario y catastrofista, siempre festejado por la comparsa. A él le parecerá original. De acuerdo a los patrones culturales más sensatos, resulta patético. Más aún que las torpes urdiembres del "Grupo Risa".

Si el PSOE subió al gobierno gracias a una conspiración mediática y policial, o bien no vivimos en una democracia, o quizá somos imbéciles; en primer lugar el PP, por dejarse embaucar. O sea, que Jiménez no deja títere con cabeza; se trate de votantes, partidos en liza o candidatos. Ese es su respeto por la voluntad popular que garantiza la Constitución a todos los españoles. Lo de cobardes o valientes no tiene perdón. Aparte de ofendernos a todos en una u otra forma, reduce la alternativa histórica de una justa electoral de importancia, a una mera disputa barrial. De acuerdo con su mala uva, debió haber tenido muchas en la infancia. Que haya sido o no valiente entonces es algo que no sabremos nunca; aunque por alguna razón lo persigue el síndrome de la cobardía. De ahí que exalte su opuesto.

Lo de "maricoplejines" es otra ofensa, mezclada con cierto aire desafiante, esta vez destinada a la derecha, para que sus políticos hagan lo que a él le venga en gana. El mismo matonaje, corregido por la xenofobia, destina a los "moros"(el caballero utiliza el término común para definir varias etnias), catalanes y vascos; amén de los gallegos y Manuel Fraga; transformado ahora en enemigo interno a batir, después de Ruíz Gallardón y el diario "ABC".

En su empeño al agregarse el Losantos para no parecerse a otros Jiménez, lo ha conseguido; al igual que su amigo del alma, Pedro Ramírez y su "J" famosa, dispuesta entremedio del cabezal y el remate. Los Ramírez abundan. También por fortuna habrá pocos como él. Hablo del periodista de hoy, no del que luchó con valentía contra la corrupcción felipista y desnudó la trama de los GAL. Entonces para muchos españoles, "El Mundo" garantizaba la libertad de prensa. Hoy se quedó en pasquín.
Los tiempos cambian...
El tono acusatorio y descalificador que destina Jiménez a sus enemigos, revela el extravío al que le condujo la sed de poder, y sobre todo el de su reivindicación personal. En ocasiones la nostalgia del franquismo aparece en frases soltadas al pasar. "En esa época se educaba mejor que ahora", es una de ellas. A su manera lleva razón. Él mismo es una prueba mediática de la educación franquista. En otra, desgranada no hace mucho, sostuvo "hacer el tonto" cuando era estudiante universitario y (supuestamente) combatía el régimen.

Recuerdo alguna escena del filme aquel de Kubrick, en el que Peter Sellers, encarnando al científico nuclear que sirve a los americanos alza el brazo haciendo el saludo nazi. Al "Dr. Insólito" se le escapaba el gesto; igual que a Jiménez.


Hace ya tiempo, las actividades radiales se han proyectado a Internet, mediante "Libertad Digital", la hoja liberal que administra, y algunas emisiones de TV. Por primera vez desde que el fallecido Jesús Polanco y el diario "El País" obtuvieron el práctico control de los medios orales y escritos, este señor ha conseguido fundar una alternativa opuesta desde la radio. Su misión es doble: influenciar al electorado en favor del PP y reforzar, dentro de la formación, a su sector más extremista, encabezado por Acebes y Zaplana; con el ex Presidente Aznar de apuntador.
Cierto es que su equipo de colaboradores constituye un aglomerado ferrugiento de reconvertidos y obedientes a sus directivas. Entre ellos, salvando excepciones no abunda el talento, ni el espíritu crítico o la menor independencia. En cierto mediodía, el profesor Albiac (otro izquierdista arrepentido) nos reveló su pensamiento antidemocrático; más retrógrado aún que el del jefe, divertido ante los dislates del filósofo. Hay otros peores. Pero allí, nadie mejora la performance. Ni siquiera los esfuerzos historicistas de César Vidal; culto y enjundioso; aunque tan a menudo contenido y sumiso con el amo.
La ley del embudo se cumple a rajatabla. En ninguna secta miembro alguno es mejor que el Totem. Los egos de Jiménez y Ramírez (éste muy farragoso escritor) lo impiden. Por eso tampoco en el "El Mundo" hay plumas brillantes. La última se apagó con Paco Umbral; nunca entregado en letra y espíritu al mandón de turno. Ahora le queda Martín Prieto, diestro en opinar sobre libros ajenos sin mencionarlos, regalándonos su propia interpretación del tema, que tan poco atrae.

La diferencia entre el intemperante o el sensacionalismo del "El Mundo", y PRISA, es que Polanco era un empresario con buen olfato para elegir colaboradores y desarrollar una estrategia triunfal a mediano y largo plazo. En vez, Jiménez es un periodista de plazo corto, sectario y absorbente, descubierto por otro (Ramírez) muy ambicioso y precavido; aunque sin el talento ni el olfato del fallecido. No es casual el descubrimiento, la continuidad del vínculo y este abrazo histórico de dos ejemplares egocéntricos.

Aclaro que hace un par de años y ante la amenaza de cerrar por una vía oficial la intervención de Jiménez en la COPE, firmé en contra del intento. Volvería a hacerlo de retornar la amenaza. Si alguien se siente ofendido por alguno de los maliciosos comentarios de este César pequeño y sin mucho futuro en una democracia avanzada, debe ir a los Tribunales. Lo hizo Alberto Ruíz Gallardón y debe hacerlo cualquier ciudadano que así lo considere.
Ello no quita que estime poco constructivo este espacio, que un día fundó el malogrado (e ireemplazable) Antonio Herrero con otra intención. En el mismo no faltaba la pluralidad.
Lo dijo hace poco José María García y a sus palabras me adhiero. De todo corazón.

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