Cristina junto a Evo y Dilma, con serios problemas internos en Brasil
Resulta incontrastable que la presidenta argentina se ha radicalizado. Desde las épocas bravas de Juan Perón y el breve interregno de Héctor Cámpora, nadie había asumido un discurso tan antiimperialista, repartido entre Londres por el tema Malvinas, y el Washington amenazante de todas las horas. El ataque al narcotráfico y sus cómplices en el Continente, legado de miseria popular y crimen organizado, ante las narices del colombiano Santos, fue la guinda de un postre indigerible para los gobiernos vasallos del continente, entre los que se cuentan los de México, Honduras y Colombia. El mismo contó con el respaldo de Ecuador, Bolivia y la propia Cuba, coestrella del espectáculo amistoso con los EEUU en Panamá, sin echar mano del Juez Griesa, los fondos buitre y el sórdido montaje del caso Nisman. Pueden los argentinos sentirse orgullosos de esta mandataria sin pelos en la lengua.
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