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miércoles, 29 de abril de 2015

BRASIL EN LA ENCRUCIJADA

Dilma Rousseff y Eduardo Cunha.Juntos y revueltos


Lo que está sucediendo en Brasil es alarmante. Dilma cede el poder real a la derecha de Levy y el siniestro Eduardo Cunha, jefe de los diputados, intentando evitar el "impeachment", auxiliada por parte de la derecha, que busca exprimirla hasta el final, encargándole resolver lo peor de la crisis mientras pulveriza al PT. De qué le sirve permanecer en el Palacio da Alvorada mientras la amenaza de tercerización laboral avanza como la marabunta! Hay varias formas de hundir un capital politico, y la presidente eligió el de la deshonra. Ahora sale Lula, mudo durante demasiado tiempo, atacando la abolición de una conquista laboral, que retrotrae a Brasil al calendario de 1930". Vano intento de frenar grandes emergencias populares, junto a rivales poco deseados por su flanco izquierdo. Su creación mayor, el PT, está quebrado, y probablemente fundido por ineficacias y corrupciones diversas de larga data en Brasil, mientras, desde Washington y los grandes grupos económicos locales se frotan las manos ante la probable privatización de "Petrobrás" y el ingreso de Brasil al menesteroso club de territorios subordinados que integran México, Colombia y Honduras. Siendo de momento inconseguible domar a Venezuela o Argentina, apuntan a engullirse el gran bocado continental,debilitando a la dama, recién electa por escaso margen, en este tablero de ajedrez mundial. 

La insuficiencia del populismo en horas económicas bajas no es novedad. Sin una estrategia clara de crecimiento sostenido,lastrado por el clientelar, falla la base material que lo hace posible. 
La virtual rendición de Rousseff y Da Silva evoca la del primer Perón en 1955 y la de allende en el 73, o la más cercana de Zapatero y el PSOE en España. Son múltiples los ejemplos históricos que reproducen el modelo, su auge y desplome. Las constantes maniobras del CIA no están desconectadas del reaccionario paneuropeísmo, el FMI, cuyas recomendaciones adopta fielmente Levy, y las voraces apetencias del capital financiero, defendidas integralmente por el conspirativo Fernando Henrique Cardoso, expresidente de triste recuerdo, viejo pero no vencido. Coaligadas, esas fuerzas penetran los Estados más promisorios en momentos económicos difíciles. 
La cierta hesitación de los parlamentarios brasileños, muchos de ellos-al igual que Cunha- envueltos en casos de corrupción que salen de la galera como conejos cada semana, acompañado por el cansino tratamiento parlamentario de la tercerización laboral, responde al miedo que guarda la burguesía hacia los sectores populares y la enorme masa de asalariados. Brasil no es España, aunque la transición democrática, pactada entre militares en retirada y demócratas de nuevo cuño, se le parezca bastante. Ahora, la vieja urdiembre reformista sale a luz, con las miserias perpetuadas que no cesan.

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