Imagen desde Polacki.com
El ayer de pantalón corto y anchos horizontes cambió la pieza de franela, junto al reinado del sol y las brisas por edificios que todo lo filtran. Solo el cielo registra los mismos colores, de blanca espuma atravesando el firmamento azul, o invadidos por la luna y sus titilantes estrellas en las noches, cuando el tiempo no se encocora y estornuda suave, o con la ira de relámpagos y truenos. Los paisajes variopintos se suceden con ímpetu en una larga vida, donde un día ingresamos con permiso, y los años nos echan en otro a cajas destempladas, viejos y rugosos como pasas de uva. El progreso eliminó el pantalón corto, los guardapolvos blancos y el carro del hielero circulando por el empedrado, junto a las coloridas mariposas de la primavera sobreviviendo entre los libustros, llevándose por delante nuestra juventud y madurez en dos continentes. Quedan los buenos recuerdos y las ganas de jugar con honor y dignidad unas cuantas partidas de truco que faltan documentar, dejando alguna huella útil a los que se quedan un tiempo más en este fascinante valle de risas y lágrimas, siempre mejorable.
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