Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 1 de febrero de 2015

EL ESBIRRO Y EL VELORIO


El esbirro se arrimó a los despojos mortales del jefazo,y le entregó unas discretas babas en la mejilla inerte. Los contritos asistentes al lúgubre ceremonial conservaron los gestos propios del luto. Más de uno despreciaba al muerto por motivos diversos resguardados por el secreto. Pero él, agradecido infinitamente por permitirle dirigir el periódico infame, reservándole un sillón permanente en las tertulias de su televisora, solo guardaba por el prócer enorme gratitud. Meses atrás le había elogiado aquello de lo que siempre careció: el intelecto. Era,según el prominente difunto, "un gran periodista". Sabedor que muchos asistentes le despreciaban, controló el tracto intestinal. Más de uno en los alrededores hizo otro tanto. Es sabido que en los velatorios se cuentan chistes. No en aquél. El único chiste era él, siempre ridículo pese a la bendición del santo protector. En cambio, los dolores de vientre de hombres y mujeres en aquel recinto eran comunes. Pero se aguantaban como firmes soldados ante el cuerpo presente del general. Victorioso en todas las batallas emprendidas contra la cultura, igual que su legendario padre, tropero del general Franco en la cruzada nacional contra los rojos, y luego premiado como todos los coleguis de Falange y compañía. El emporio de papel impreso cruzó mares y océanos sin evitar los más pestilentes charcos, volviéndose mediático al comprar una cadena de TV. 
A él,le cayó la breva de comandar aquel periódico abyecto que da pérdidas, pero sirve al poder. Ahora, que el jefe aguarda sepultura, mientras el otro mandante, su reaseguro político, agoniza en vida desde La Moncloa, siente que perdió algo más que un soporte. El protecteur supremo que lo blindó, pese al creciente odio popular que convoca su persona allá donde vaya.
Al fin, transido de emoción y dolor, se deslizó fuera del recinto en puntas de pie, como la Pantera Rosa. Pese a que el intestino lo estaba abandonando impiadoso, corrió hacia los baños y dejó el descompuesto presente que nadie vería jamás. Pese a que tan a menudo lo perpetraba en el papel, y perorando por radio, o la TV del cadáver. 
Para colmo de su desgracia faltaba papel higiénico en el recinto.Muy práctico, hurgó en el bolsillo de su abrigo, encontrando un ejemplar de su periódico, apto para reemplazar el rollo sanitario, aunque no ideal, ni siquiera para lo que utiliza escribiendo y fingiendo pensar: su culo.

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