Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

jueves, 31 de julio de 2014

EL DERECHO A DELINQUIR



  Jordi Pujol i Soley, riéndose de todo y de todos.

Resulta que para el prócer de la nacionalidad catalana, libertador, no como el ciudadano Jordi Pujol i Soley, sino a la altura de Sant Jordi, el que venció al dragón según la vieja leyenda, el derecho a decidir le sirvió para robar a espuertas durante casi cuarenta años, valiéndose de lo que muchos, utilizando la Patria, esa tan venerada y poco respetada en sus esencias de equidad por tantos farsantes,     haciendo desde el poder y el enriquecimiento sin esfuerzo, su verdadero cometido. Caído de su pedestal, se calcula que el verdadero héroe, no el de estuco, redondea los cien millones de euros amasados arduamente, desvelándonos al fin, la falsedad de la joya que nos ofreció la burguesía local como prenda sagrada de patriotismo. Muchos sabíamos de sus andanzas, no realizadas sin la aquiescencia de su cómplices: todos los que gobernaron el Reino de España desde 1978 en adelante. Un repaso a los apoyos y prebendas de las que gozaron Pujol y sus tentáculos, íntimos y partidarios, esparcidos desde Convergencia democrática de Catalunya, y los católicos acérrimos de Unió, encabezados por Durán i Lleida, ese don Juan de opereta sin bisoñé, aunque tan avaricioso como el más "familiar" Jordi, dominaron a voluntad provincias y comarcas enteras, valiéndose de las armas del lenguaje y el soborno. El aparato educativo las transformó en armamento pesado, formando generaciones enteras que creyeron en esa patria burguesa de aliento folclórico, tan alejada de Lluis Companys y los obreros y campesinos catalanes que se dejaron la piel luchando contra el fascismo y la justicia social durante la Guerra Civil. Ha sido el ladrón, un entusiasta de la desmemoria arropado en la Senyera, aceptando el corte histórico que impuso la dictadura genocida del general Franco, su sanguinaria tropa, y obispos. El PSOE hizo otro tanto, olvidando a Largo Caballero, Prieto y otros camaradas ilustres. El viejo espíritu antifascista fue reemplazado, en un pispás, por jóvenes formados durante la dictadura, sin voluntad de recordar lo mejor del pasado. Y así estamos, con un país en quiebra y la experiencia fallida de una falsa ilusión que se llevó el ventarrón de la crisis y la sujeción completa al imperio del moderno Reich. 
El hedor que despide la gestión de Pujol y sus cómplices locales, es idéntico al del PP gobernante y el PSOE, rendidos a Berlín y Bruselas. La corrupción de la Corona de lata, Gürtel, la de los Eres, y la más antigua de Felipe González, Filesa y los GAL, responden a lo mismo. El comportamiento de la banca y el gran empresariado, fue y es simétrico con toda esa basura, amontonada por toneladas, que hoy se expande como plaga de langosta por todo el territorio. Un Estado fallido sin capacidad de reacción masiva para cambiar de rumbo. Ya lo dije en otros artículos, el pecado original consistió en el olvido, de lo que nunca debió olvidarse. Lo autorizó la derrota del 39, es cierto. Tampoco hubo fuerza activa a la muerte del tirano para cambiar las tornas. Lo demás, fue un vulgar apaño que hoy pagamos caro, con Pujol y los miserables que gobiernan el país que no fue; aquel por el que se batieron en la más grande soledad e indiferencia del mundo nuestros héroes.Los que murieron sin sepultura digna o debieron exiliarse para no sucumbir de hambre, de pena, o de asco. Hoy lo hacemos otros, por causa de los herederos de quienes causaron tanto daño. Pujol es un buitre más, pequeño, enjuto, carrasposo, plagado de tics y, sobre todo avaricioso. Un personaje ridículo y estrambótico, al estilo de Corleone pero sin derramamientos de sangre. Todos ellos, menos ETA, la han evitado escrupulosamente, temiendo que la sangre del pueblo traiga otras menos llenas en las alforjas, aunque sin aprender la lección de la Historia. Ella demuestra que ningún poder espurio dura mucho, ni hay manta que tape su entraña corrupta. Eso no basta para que caigan los déspotas "democráticos" del antiguo tinglado escénico. Aunque por algo se empieza, cuando tantos advierten, alto, claro y por fuerza de una trágica realidad, lo que no pudieron, ni quisieron ver.                   

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