Pronto seremos 9.000 millones de almas en este planeta. Urgen medidas preventivas que aseguren la convivencia pacífica. Para ello hay que desarrollar la cultura del concepto, la reflexión y los contenidos, sepultando la memorización, sin obviar los acontecimientos que precisen apuntarse en fecha y detalle. El por qué de las cosas importa tanto como su consecución. La curiosidad, factor determinante del progreso, precisa estímulos de una cultura abierta que promueva la inteligencia emocional, pasible de cultivo, y no de herencias genéticas. El predominio humanístico de equidad social debe enlazarse al correcto enfoque de la enseñanza y formación de nuestros jóvenes, junto a todos aquellos de toda edad, que estén dispuestos a corregir la andadura, quebrando la idea individual desligada del prójimo. Esto no significa negar la iniciativa personal y su esfuerzo voluntario, sino enlazarla a una visión global que fusione la Naturaleza con nuestra activa participación, preservándola como fuente de energía y seguridad patrimonial.
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