LAS VENTAJAS ORWELLIANAS DE LA ROBÓTICA

                               Le piden que sonría. Lo hace y todo.

En Europa ya no hace falta que los políticos mientan tras ser votados. Nacen mentirosos desde los primeros berridos, sin necesidad de la palmada en el trasero. Ni mucho menos cabe seccionarles el cordón umbilical que los vincula al vientre materno. Fueron paridos con alevosía para permanecer atados al mismo, hasta que dejen de votarles. Otros vendrán con engañoso brío juvenil, a vendernos la vieja burra. Los cometidos están trazados de antemano. Deben obedecer al Hermano Mayor Orwelliano. El de las finanzas y grandes fortunas, asociadas al despojo y el trabajo mal pago, en sociedades "democráticas" predeterminadas. Y al que no le apetezca trabajar por monedas muchas horas al mes, en distintas ocupaciones "corriendo la coneja", le queda el consuelo de disfrutar al aire libre de la miseria con la familia. El italiano Renzi, Manuel Valls y Pedro Sánchez son los más recientes ejemplos seriados de la robótica adecentada. Ya no es necesario el fascismo ni sus líderes tronantes. Tampoco vetustos personajes de probada inmoralidad, como Rajoy o Passos Cohello. Hay con qué reemplazarlos, sirviendo a un estado de cosas inamovible. En el intento de perpetuarse, el sistema elaboró, trampeando sus propias leyes, una fórmula magistral, de trazo visible en las calles de San Diego, Madrid, Atenas, Roma, Lisboa o Munich. 

Aunque decadente y muy angostada, la clase media que sobrevive a la crisis provee los ejemplares del señuelo que, evocando un pasado levemente próspero, continuará lastrando el futuro desde este presente oscuro, como la noche de los tiempos.