El
blindaje perfecto para un sistema corrupto de una clase política y sus
lazos indisolubles con empresas privadas y grandes bancos se realizó
durante el posfranquismo, dando espacio a una diabólica mezcla entre el
viejo régimen y la sucesoria monarquía constitucional. Las leyes de
Partidos autorizaron listas cerradas para el voto y bloques
parlamentarios monolíticos, destinando a
dos grandes formaciones todas las garantías territoriales para hacer su
agosto. A la financiación pública, sujeta al número de parlamentarios,
alcaldes y etc, se agregaron las donaciones privadas, fuera de control
estatal, a más del coladero de las llamadas Fundaciones, y las empresas
fantasma. El paralelo reinado bancario, saltándose con desparpajo e
impunidad las normas del Banco de España, sumó parné al PP, el PSOE, PNV
y CiU desde los flancos estatales y nacionalistas. Los contratos
públicos, sujetos a las mordidas partidarias, devinieron una práctica
consentida, enriqueciendo a empresarios, funcionarios y políticos
influyentes. El imperio del sistema y su estela de corrupción conoció su
máximo apogeo durante el auge de la construcción, industria favorecida
por la Ley del Suelo, sancionada por el contratista de armamentos, señor
Aznar, durante sus presidencias. Con ella creció el endeudamiento
público y privado (con cargo estatal), precipitando la crisis actual de
la deuda soberana, y sus consecuencias, sometidas al imperio de una
absurda moneda asimétrica y sus acreedores. En el camino quedaron las
empresas del Estado que arrojaban beneficios (privatizadas para
siempre), junto a buena parte de la industria y la agricultura, sometida
a rigurosas cuotas de producción por la UE. Complementariamente, el
incipiente Estado de Bienestar, inferior al de las democracias
avanzadas, fue el premio consuelo ante el constante despojo ciudadano.
Hoy, ya ni eso es posible. Lo mentado y otras dudosas mieses es lo que
comporta la llamada Democracia Española. Un sistema destinado a
políticos y banqueros, o empresarios ricos, y asalariados pobres. El
actual gobierno basura desnuda con sus medidas, draconianas y
esclavistas, la crudeza del sistema, ya anticipado por el último
Zapatero. Las cifras de paro y pobreza, de hambre y desesperación
golpean a esta sociedad, dramáticamente puesta frente al espejo de un
terrible presente y la absoluta falta de futuro. No es la única en esta
Europa cruel, gobernada otra vez por el capricho alemán, fabricante de
guerras, crisis y modelos económicos que niegan los más elementales
derechos humanos.
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