A la
espera de que las eléctricas impongan su ley mediante un tarifazo
pactado por el gobierno, muchos españoles creen que el ministro Soria,
irresponsable del área, merecería experimentarlo en carne propia,
administrándosele una buena dosis de energía sentado en una silla
apropiada. Pero este deseo popular ha sido largamente desbordado en la
práctica por el susodicho y sus
compadres de gabinete, empezando por el señor Rajoy. Víctimas de una
progresiva carbonización desde hace unos dos años. Sin embargo, en esta
oscura noche de los muertos vivientes, que pasmaría incluso al difunto
Romero (director de la cinta homónima), los cadáveres políticos, aún
echando humo y vahos que apestan, continúan perpetrando tropelías; muy
aceleradas en los últimos tiempos. A la Ley de Seguridad Ciudadana, le
siguen el proyecto de ley decapitando el aborto (que no obstante, puede
demorar más de un año en sancionarse), y ahora el inminente tarifazo
energético. Todo, en medio de escándalos varios, que afectan a figuras
hasta ayer veneradas por la derecha, en los que, inluso los cimientos
alzados en la calle Génova, sede central del partido de gobierno,
padecen aluminosis judicial.
Se respira una atmósfera de tumbas abiertas en España. Los que han salido de ellas inspirados en el pasado más oscuro, para gobernar con mano dura, parecen extrañar el amparo de los sarcófagos. Nunca debieron abandonarlos y, si lo hicieron, fue gracias al voto de millones que les creyeron salvadores de la patria; no sus verdugos. Cuando en verdad llegaban para hacer de ella un infierno en la tierra, que ahora temina consumiéndolos en primer término, en medio del último acto; ya a punto de bajar el telón.
Se respira una atmósfera de tumbas abiertas en España. Los que han salido de ellas inspirados en el pasado más oscuro, para gobernar con mano dura, parecen extrañar el amparo de los sarcófagos. Nunca debieron abandonarlos y, si lo hicieron, fue gracias al voto de millones que les creyeron salvadores de la patria; no sus verdugos. Cuando en verdad llegaban para hacer de ella un infierno en la tierra, que ahora temina consumiéndolos en primer término, en medio del último acto; ya a punto de bajar el telón.
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